Javier González Sánchez
Las personas sordas muchas veces necesitan comunicarse con otras que no conocen el lenguaje de signos. SignAloud es un proyecto creado por estudiantes de la Universidad de Washington que pretende hacer la vida más sencilla a las personas sordas y a las que se comunican con ellas. Consiste en unos guantes que traducen el lenguaje de signos a texto escrito y hablado mediante sensores de movimiento.
Automóviles para invidentes, relojes Smarthwatch para personas ciegas, sensores para personas con movilidad reducida… cada día surgen nuevos proyectos que intentan hacer la vida más sencilla a las personas con discapacidades. Estos proyectos no sólo hacen más cómodo el día a día, poco a poco rompen barreras que de manera inconsciente establecemos hacia las personas con discapacidad.
La Organización Mundial de la Salud describe cómo barreras aquellos factores que su ausencia o presencia limitan el entorno de una persona y generan discapacidad. No son sólo físicas, los prejuicios también suponen barreras. Ver a una persona con discapacidad como alguien que ha sufrido una tragedia, por quien sentir lástima, también nos aleja de esa persona y dificulta que podamos verla como a un igual.
“¿Las personas sordas pueden hablar?, ¿pueden bailar?, ¿es correcto el término sordomudo?…”, son algunas de las preguntas que existen sobre las personas sordas. Desde Hands-On!, un programa creado para incentivar el aprendizaje del lenguaje de signos, han grabado un video en el que un oyente realiza estas preguntas a una persona sorda. La iniciativa quiere hacer ver a los oyentes que los sordos no son tan diferentes a ellos y que existen muchas maneras de comunicarse además del habla. Pretenden acabar con los estereotipos hacia las personas con discapacidad auditiva. Unos estereotipos que, a veces, suponen una barrera social entre ellos y las personas que pueden oír.
Muchas personas rechazan relacionarse con una persona con discapacidad por miedo a ser políticamente incorrectos o que su desconocimiento de la discapacidad sea entendido como una falta de respecto o grosería. Pero la solución es muy sencilla, conocer una enfermedad o un problema nos hace perderle el miedo. Si sabemos que el término correcto es sordo, que pueden hablar aunque muchos decidan no hacerlo o que puedan bailar aunque no oigan la música, los veremos como lo que son, personas, simplemente personas.
“Todo lo desconocido se supone maravilloso”, escribió Tácito, un historiador romano. Cerca de 2000 años después hemos olvidado este mensaje y ahora lo desconocido nos inspira miedo. Mediante los distintos avances tecnológicos las personas discapacitadas pueden sentirse más integradas. Al eliminar las barreras físicas, las sociales se difuminan y nos cuesta menos acércanos a la persona. Resulta irónico pero para el ser humano es más “normal” enfrentarse con unas manos que hablan que aprender un lenguaje que puede descubrirnos un mundo nuevo. Lleno de personas que tienen una manera distinta de ver, oír o caminar por la vida.
El autor es periodista.
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