El papa Francisco visitó ayer Milán, la capital financiera de Italia, pero eligió conocer su periferia con graves problemas de marginación y la cárcel de San Vittore, donde almorzó con los reclusos, y celebró también una multitudinaria misa en Monza ante un millón de personas.
La visita de más de ocho horas a Milán comenzó con un saludo a los habitantes del barrio Forlanini, conocido como las “Casas Blancas”, por sus enormes edificios de cemento armado.
Allí visitó las casas de tres familias y conoció así a Dori Falcone, de 57 años, que se ocupa noche y día de su marido Lino Pasquale, de 59 años, que sufre epilepsia, lo que le ha provocado importantes consecuencias físicas y neurológicas y vive postrado en una cama.
Acudió a la vivienda de Mihoual Abdel Karin y su esposa Tardane Hanane, que viven en el segundo piso del número 40 con sus tres hijos de 17, 10 y seis años. Llegaron desde Marruecos en 1989.