La falta de previsión del gobierno ha dado lugar a que tanto por las vías legales como por las del contrabando, el país haya importado alimentos en los últimos diez años por la suma de 5.327.510.798 dólares, especialmente de Brasil, Argentina, Chile y Perú. Ampliar las importaciones desde países foráneos a costa del sacrificio de la agricultura nacional, parecería que ha sido misión y objetivo de las autoridades que debían haber previsto las consecuencias de no hacer gestión y no promocionar la propia producción.
Muchas veces, los medios de comunicación de todo el país hemos sostenido la necesidad de repoblar las regiones agrarias que, de un tiempo a esta parte, han sufrido la emigración de sus habitantes hacia las ciudades y centros densamente poblados en busca de mejores condiciones de vida.
Desde la reforma agraria de agosto de 1953 que estableció el minifundio, anulando prácticamente el latifundio, los campesinos si bien han recibido parcelas de tierra que cultivaban con los dueños de las mismas se encontraron con el gran desafío de sembrar en espacios muy reducidos como son los minifundios.
El campesinado que trabajaba antes en calidad de asalariado o con su trabajo cubría los montos exigidos por el propietario, contaba con los suficientes réditos para vivir con sus familias; en otras palabras, el trabajo en comandita dio lugar a que muchos campesinos puedan cultivar sus propias tierras y sacarles todo el provecho porque disponían no solamente de semillas y abonos sino de sistemas que les redundaba beneficios muy interesantes y que compartían con los respectivos dueños de la propiedad.
Si bien la Reforma Agraria buscó una especie de “liberación del hombre de campo”, por la forma en que fue encarada resultó contraproducente hasta el extremo de que las nuevas condiciones le impedían cultivos en gran escala y no les dejaba otro recurso que emigrar a las ciudades. Los minifundios, cuando se trataba de un hogar con cuatro hijos, no podían ser divididos porque de procederse a una repartición entre los herederos, cada uno recibiría parcelas muy pequeñas que, al dividirlas con el colocado de muros de piedra, se reducían mucho más y hacían imposible el paso y trabajo de bueyes (yuntas).
Importar alimentos se hizo prácticamente misión de gobierno y, poco a poco, especialmente en la región occidental, quedaron abandonadas tierras fértiles que podían haber cubierto las necesidades alimenticias de la población. Muchas veces se ha sugerido subvencionar al campesino, darle facilidades y créditos para su retorno al agro, pero las autoridades no tomaron en cuenta esas sugerencias hasta llegar a los peores extremos de dependencia de importaciones. Hoy los problemas adquieren dimensiones muy peligrosas porque se corre el riesgo de desertización de muchas tierras abandonadas.
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