II
Pero el ciudadano chileno Lorenzo Claro no solo influyó en el cobro del impuesto de 10 centavos, por exportación de quintal de salitre, sino que estuvo de acuerdo con la rescisión del contrato del Gobierno de Bolivia con la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, el 1 de febrero de 1879.
No era, pues, de esperar que el 14 de febrero se presenten frente a Antofagasta el blindado Cochrane, la corbeta O’Higgins, y el blindado Blanco Encala, surto en el puerto días antes, iniciando la invasión.
Un informe del corresponsal del diario El Comercio da a conocer detalles de la invasión, cuyos textos transcribimos:
“La invasión comenzó el día viernes 14, a las siete de la mañana, con un intenso fuego de artillería desde los barcos.
A las ocho de la mañana desembarcaron cantidades de soldados, aproximadamente 500 hombres, al mando de un coronel Sotomayor, que cometiendo toda suerte de atropellos se dirigieron hasta la Prefectura. A su paso fueron asaltados tiendas y almacenes, incluso matando a quienes se resistían. La soldadesca estaba acompañada por chilenos residentes en el puerto, ebrios de alcohol y de sangre”.
El prefecto Cnel. Severino Zapata no contaba con más de cuarenta hombres para resistir el desembarco de las tropas chilenas; los chilenos, obligaron a los pocos bolivianos, y a las autoridades, a abandonar la ciudad.
Los pobladores chilenos festejaron la invasión, y el Gerente de la Compañía, señor Hicks, retomó sus funciones y se recuperó los bienes de la Compañía.
En la toma de la Prefectura, después de arrancar el escudo y la bandera boliviana, que fueron pisoteadas, amén de la rotura de todo lo encontrado en ella, la niña Genoveva Ríos de 14 años, hija del comisario Clemente Ríos, aprovechando el desconcierto, salvó la bandera que se hallaba izada en la Intendencia de Policía, escondiéndola entre sus ropas, impidiendo en esta forma que cayera en manos chilenas, huyendo del lugar en medio de balaceras y epítetos contra Bolivia.
El Prefecto y algunos notables tuvieron que refugiarse en la casa del cónsul del Perú, doctor Manuel M. Seguin, incluso allí la soldadesca y la plebe chilena quisieron atacar el Consulado, sin lograrlo.
El mismo día, 150 soldados chilenos fueron a la mina Caracoles, tomándola, más adelante avanzaron hacia El Carmen, donde mineros bolivianos se resistieron, hubo muertos.
Conocedor de estos hechos, el Cónsul de Bolivia en Tacna, señor Juan Granier, se apresuró a enviar las noticias de la invasión al Gobierno de Bolivia, con notas a la Presidencia y al Ministerio de Relaciones, dando a conocer la ocupación de Antofagasta por fuerzas de la marina chilena.
Todo esto estuvo en conocimiento del cónsul Granier, quien despachó los documentos citados en carta con fecha 20 de febrero. El encargado de llevar la infausta noticia fue el postillón Gregorio Colque, que llegó a la ciudad de La Paz el día 25 a las ll horas de la noche. Colque se dirigió al Palacio de Gobierno, donde fue informado de que el presidente se encontraba en el domicilio del señor José María Valdivia, donde fue entregada la correspondencia. El Presidente, Gral. Hilarión Daza, visiblemente alterado al conocer su tenor, abandonó esa residencia, dirigiéndose al Palacio de Gobierno, seguido de sus edecanes.
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