La ruptura de relaciones diplomáticas de Bolivia con Estados Unidos se produjo en 2008, bajo la presunción oficial de que existían indicadores de la intromisión política de la nación del norte en la política nacional, a través de reuniones de su embajador con dirigentes políticos opositores.
Ello determinó la expulsión del entonces embajador estadounidense en La Paz, gesto que posteriormente tuvo su réplica por parte del gobierno de EEUU con el representante boliviano acreditado en Washington.
Al presente, ha resurgido en Estados Unidos la idea de restablecer relaciones con el gobierno del presidente Evo Morales, pese a tener reparos a la Ley de la Coca aprobada en Bolivia, por el hecho de que se autorizó aumentar la producción de esa hoja, que en concepto estadounidense tendería a estimular la actividad ilícita del narcotráfico en el país.
Tal posibilidad surgió de la visita extraoficial que realizó a La Paz el subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental de Estados Unidos, Michael Fitzpatrick, quien declaró de retorno a Washington que su estadía le permitió evidenciar que en Bolivia hay oportunidades para avanzar en el sector comercial y en relaciones bilaterales.
Añadió que uno de los objetivos de su gobierno es normalizar relaciones diplomáticas con Bolivia “más allá de las diferencias políticas”, por estimar que “cuando existen relaciones diplomáticas se puede avanzar”. Pese a ello, dijo que “si bien Estados Unidos no tiene problemas con la hoja de coca, la actual ley si es una preocupación para el país, ya que podrá generar mayor narcotráfico”.
Aquella posibilidad emergió después que el 20 de marzo los dos países retomaron la agenda de diálogo para restablecer las relaciones diplomáticas. En efecto, un comunicado de la Cancillería de La Paz expuso que “la reunión con los personeros de la embajada estadounidense es en la dinámica de acercamiento bilateral”. Como paso inicial se acordó formar cuatro grupos de trabajo.
De todo ello se puede advertir que existen entre los gobiernos de ambos predisposición para el restablecimiento de los vínculos diplomáticos, ya que, como es obvio estimar, se está imponiendo la realidad de los intereses comunes entre los dos países, antes que momentáneas diferencias que surgieron entre ellos, algo que, por lo demás, es frecuente que sucedan, pero que no siempre se justifican para adoptar posiciones extremas, como es suspender relaciones.
Bolivia ha sido uno de los mayores beneficiarios, entre los países sudamericanos, de recibir en el pasado la cooperación estadounidense en todos los campos, uno de ellos el más significativo y sensible, como fue la llegada de amplios volúmenes de alimentos, cuando en el país existían circunstancias muy adversas en este orden.
Esta no fue precisamente una injerencia política, sino una ayuda humanitaria que Bolivia debe reconocer, en todo tiempo. Por tanto, es plausible que se estén dando los primeros pasos, entre La Paz y Washington, para restablecer las relaciones diplomáticas.
Ellas no siempre se traducen en esos gestos, sino en el intercambio de vínculos que los bolivianos, en general, siempre han sabido apreciar. Incluso en la actualidad, se debe tomar en cuenta que la emigración de bolivianos a Estados Unidos ha crecido considerablemente. Por consiguiente, hay necesidad de precautelar su seguridad e intereses, y esto se hace más viable cuando están vigentes las relaciones diplomáticas entre Washington y La Paz.
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