La noticia de perfil
Como en nuestro país nos faltan días para festejar a todos y cada uno de sus habitantes, llegó el turno de las empleadas del hogar, que en mi tiempo juvenil eran conocidas como las muru imillas, pero a éstas ya les creció el pelo y hoy son las que deciden muchas situaciones de servicio en cada uno de los hogares que pueden darse el lujo de contar con una de ellas.
Recuerdo los tiempos felices, cuando en mi casa podíamos contar con una cocinera, una empleada que nos atendiera en otros menesteres que solían ser desde el cuidado de las guagas hasta la difícil misión de lavar y planchar, no siendo raro que también extremaran sus cuidados para no caer en redes de un señorito enamoradizo, a quien por extensión se le tildaba de cholero o imillero.
Pues, bien, al saber que hoy se conmemora el día de la empleada del hogar, se presentará en mi casa mi comadre Macacha, quien se había enterado, en el Palacio Real de la plaza Murillo, del festejo que hoy comentamos. Abandonando momentáneamente sus labores periodísticas, se constituyó en nuestro despacho para aconsejarme que tuviera muy en cuenta esta fecha, pues muchas cumplen labores en la cocina del Palacio Real para proveer de excelente comida a los exigentes dueños del recinto y sus “yunkus” que así gozan de sabrosos refrigerios, almuerzos y otras comidas sin tener que pagar abultadas cuentas ni agradecer a anónimas servidoras de la Patria que nunca son entrevistadas, ni siquiera por la televisión estatal y otros medios.
Como mi comadre Macacha conoce de memoria el desenvolvimiento de mi hogar, me preguntó si había felicitado a mi cocinera llamada Winnona, que me da de yantar cotidianamente, llamándola a nuestra presencia para felicitarla en ese día tan grande y merecido. Acudiendo la mencionada para decirnos que ella sabe perfectamente que las autoridades dispusieron un día libre para ellas, prometiéndole que ese día libre lo gozaría en otro día.
Con lo cual mi conciencia quedó satisfecha y ella quedó agradecida a “su caballero”, título que ostento sin tener los dones contenidos en el código de caballería; de esa manera todos quedamos felices, aunque yo sigo esperando que llegue el día del cawallero, pues me considero perteneciente a esa orden, de la cual no se acuerdan nuestros legisladores, tal vez porque hay muy pocos que todavía ostentamos ese título.
Macacha quedó feliz con el desenlace de nuestro encuentro y nos abrazamos entre todos: la Winnona, Macacha la periodista y yo el cawallero sin caballo ni espada.
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