Economía de palabras
Hace casi 50 años, en Roma, un amigo griego que estaba a cargo de temas de relaciones públicas, preguntaba en la universidad qué se podía hacer para salvar al Automóvil Club de esa ciudad.
Atrevido, como yo lo era entonces, le respondí: “Hay que cambiarle el nombre”. Club, le dije, suena a privilegio, a elite discriminadora.
Después de tantos años encuentro que en mi pueblo, en Tupiza, el Club Unión se está muriendo. En ese club, en 1909, según relata él mismo, Hiram Bigham, quien descubriría pocos días después la fortaleza de Machu Picchu, vio la representación de una obra de teatro. Había llegado desde La Quiaca a bordo de una carreta tirada por ocho mulas. Y por poco se conoce a Butch Cassidy.
Pues ahora, el club tupiceño ha sido secuestrado por un grupo de personas que, amparadas en los estatutos internos, han tomado control del local, y están disponiendo de él como si fuera propiedad privada.
Estuve en Tupiza para asistir a la entrega del libro sobre Líber Forti, mi maestro, un libro escrito por Gisela Derpic. Muy bueno.
Los estatutos dicen que si los socios no pagan sus cuotas, se los expulsa. O si no asisten a las asambleas, los que estén presentes toman las decisiones, todas, incluso las que tienen que ver con el patrimonio del club.
Preocupado, llamo a un amigo paceño y le pido que haga lo posible por conseguir que el Club de La Paz, del que él fue presidente hasta hace poco, se pronuncie en solidaridad con el de Tupiza.
Mi amigo se pone a llorar. Dice que en el Club de La Paz está ocurriendo algo parecido. Que unos jóvenes impetuosos han encontrado los resquicios en los estatutos del club y están tomando control de sus bienes.
Quizá aquel joven que daba el consejo a su amigo griego en Roma estaba en lo cierto y que los clubes sean instituciones arcaicas, el sumun de privilegios, o lo que sea.
Pero este fin, como el que se da en Tupiza, es un desenlace triste. Es el uso abusivo de unos estatutos, lo que lleva a unas pocas personas a disponer de un patrimonio civil. El remate del local del Club de La Paz sería noticia. El de Tupiza, no tanto.
¿Hay una asociación de clubes sociales? ¿Alguna forma de frenar estos asaltos?
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