Mayor Franz D. Santander Calle
Muchos conductores no se dan cuenta que cuando manejan en estado de ebriedad, existe una falsa sensación de bienestar y piensan que están conduciendo bien, cuando en realidad su sensatez se reduce.
Se considera a una persona incapaz de conducir cuando ésta ha ingerido más de una copa de alcohol y tiende a ser un peligro para la sociedad.
Muchos conductores y no conductores desconocen que la acción del alcohol es inmediata, que impide la oxigenación en las células cerebrales y se mezcla rápidamente con el torrente sanguíneo, debido a que la sangre está constituida en su mayoría por agua; de alguna manera la absorción del alcohol puede ser detenida con el consumo previo de alimentos.
El alcohol es un claro factor de riesgo en la conducción, relacionado con un elevado número de accidentes de tráfico en carretera y en ciudad. Por ello, para lograr mayor seguridad en las vías públicas, es fundamental que se conozca todos los aspectos del consumo de bebidas alcohólicas y su relación con la conducción de vehículos.
Por eso en todos los países las sanciones son ejemplarizadoras para conductores que infringen las normas viales, porque más allá de exponer sus vidas, ponen en riesgo la vida de seres inocentes que circunstancialmente circulan por el lugar. En el caso de Bolivia, en la legislación boliviana se tiene el Decreto Supremo 0420 y la Ley 259, que de alguna manera han permitido hacer conciencia en los conductores, principalmente interdepartamentales.
El conductor debe saber, desde la obtención de su licencia de conductor, las consecuencias, que manejar bajo los efectos del alcohol es peligroso. Pero muy pocos conductores saben a qué riesgo se exponen exactamente cuando conducen de este modo. Por el contrario, son muchos los mitos y las falsas creencias que circulan respecto al alcohol y la conducción, por el ejemplo: “yo manejo mejor cuando estoy borracho”.
Entre los peligros está la disminución de la capacidad de atención, se alargan los tiempos de reacción (por lo que las respuestas y maniobras se hacen más lentas y torpes), la visión se ve afectada y empeora la visión periférica (a los lados), se hace más lenta la adaptación a los cambios de luz (en caso de encandilamiento) y se percibe con dificultad los tonos rojos (se tarda en reconocer las luces rojas del semáforo, las luces de posición y las de freno), genera una falsa sensación de seguridad, con errores de juicio e interpretación, que predispone a excesos de velocidad y a todo tipo de violaciones a las normas de seguridad en el tránsito.
Este no es un límite cuantitativo, igual para todos, sino que varía en cada persona, según diversas circunstancias personales y, en especial, según el peso y el sexo. También otros factores, como el cansancio, la ingestión de ciertos medicamentos, enfermedades, etc., pueden potenciar los efectos tóxicos, por lo cual en realidad resulta muy difícil decir, con exactitud, si un vaso de bebida alcohólica, en un determinado ser humano y en un momento preciso, lo hará superar o no el límite legalmente tolerado, dejando bien en claro que el que no lo supere no garantiza que se esté en reales condiciones de conducir con seguridad, ya que aun por debajo del límite legal la capacidad psicofísica se ve afectada.
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