Atroz criminalidad


 

La sociedad boliviana se encuentra llena de asombro y temor ante una tenebrosa ola de criminalidad con características nunca conocidas en la historia policial del país. Se registran hechos delictivos increíbles no solo en cantidad sino también de extraordinaria ferocidad.

La cadena de crímenes inconcebibles no solo ha ido creciendo en número, sino también en su aspecto cualitativo y mientras las autoridades se limitan a “investigar” algunos casos aislados, la población ve con preocupación que no se ataca las causas del agudo problema social. Es más, grandes anuncios de buscar la seguridad ciudadana han terminado en el fracaso y no se vislumbra alguna solución satisfactoria.

Entre la larga cadena de hechos de violencia es suficiente citar el caso de una mujer campesina que fue atada a un árbol de Palo santo, para que sea devorada por las hormigas, sin que esa persona haya sido objeto de la menor asistencia judicial. Otro caso lamentable fue el de una mujer que pereció electrocutada y sus pequeños hijos, sin darse cuenta de la muerte de su madre, la atendieron como si estuviese viva durante varios días. Es más, el menor de ellos intentó alimentarse con la leche del pecho de la víctima.

También se cita un crimen en El Alto, donde madre e hijo fueron acuchillados más de diez veces hasta darles muerte con ensañamiento. El niño fue, además, golpeado hasta despedazar su cráneo. Como si fuera poco, también en El Alto una niña de 12 años, desatendida por su familia, murió de hambre o lo que piadosamente llamó la investigación “desnutrición severa”. Es más, sus cinco hermanos estuvieron a punto de morir de hambre.

Esos no son los únicos casos trágicos y de ellos da cuenta la prensa a diario, a tal extremo que inclusive algunos medios parecen de tipo policial y además, pareciera que se complacen en informar y especular acerca de ese estallido de violencia.

Sumando a ese problema se encuentra la ola de feminicidios en el país, calculándose que en los primeros meses de este año ya se registraron más de veinte casos de esa naturaleza, algunos de ellos con características inhumanas. Se destaca que después de cometer el crimen, algunos individuos procedieron a suicidarse y entre ellos dos militares.

En este lamentable fenómeno social hay que destacar que la cantidad y la calidad de la ola de crímenes se produce cuando las autoridades del Gobierno hacen sonoras declaraciones de combatir la violencia y realizan “cumbres”, dictan leyes, utilizan nuevos sistemas de seguridad y hacen toda clase de promesas dizque para evitar y poner fin a una situación que se agudiza día a día, pero sin resultado. Es más, cuando más se declara luchar contra el crimen, más crímenes se producen y, finalmente, la llamada “seguridad ciudadana” se ha convertido en inseguridad ciudadana.

Lo preocupante de este estado de cosas no solo es la cantidad de los actos de violencia, sino la forma cómo son ejecutados. Pero es aún más notable que las causas de esa situación no son atendidas y más bien siguen creciendo.

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