Uno de los males que nos aqueja históricamente como país, es la pobreza, acompañada del subdesarrollo y bajo desarrollo humano, pese a las declaraciones “exitistas” de algunos miembros del régimen de gobierno del MAS, que declaran que “hemos dejado de ser pobres”, en especial ante los informes de algunos organismos internacionales que tienen que ver con el crecimiento y desarrollo económico, que en sus informes hicieron saber que nuestro país –como otros de nuestro continente- han reducido sus niveles de extrema pobreza, cuando lo que hacen estos organismos es una elemental operación aritmética de dividir los ingresos nacionales entre el número de habitantes, lo que tomando en cuenta los elevados ingresos que el país ha tenido por los elevados precios de las materias primas que se exportó, por supuesto que nos da cifras halagadoras de reducción de pobreza.
La realidad es otra, pues el organismo de las Naciones Unidas para la alimentación (FAO) en su anuario estadístico ha informado que nuestro país tiene elevados índices de desnutrición que determina que el 27.2% de los niños padecen de retraso en su desarrollo físico, 4.5% bajo peso y 1.4% extrema delgadez.
Ese organismo internacional señala que 2.2 millones de individuos en nuestro país están subalimentados, es decir el 21.3% de la población, lo que incide en la mortalidad y morbilidad infantil que alcanza al 43.1% por cada 1.000 nacidos vivos menores de 5 años de edad, es decir el más alto de nuestro continente con excepción de Haití, con una expectativa de vida de tan sólo 66.6 años (en Japón llega a 82 años).
Estos datos que reproducimos confirman los dados por el PNUD-UDAPE (el primero organismo de las NNUU para el desarrollo y el segundo una oficina nacional de análisis de políticas económicas) que hace cinco años informaron que el 30% de la población boliviana (3.280.000 individuos) vivían en condiciones de extrema pobreza. El mismo UDAPE informó que el 11% de los bolivianos que viven en las ciudades y el 41% de los que habitan el área rural son extremadamente pobres, es decir que viven con algo más de un dólar/día y el desempleo estaría entre el 6.6% (según las fuentes oficiales) y el 12.6% según otros estudios y el CEDLA apunta un 8.8% de tasa general y en los jóvenes llega al 15.5%.
Lo cierto es que pese a los elevados ingresos que el país ha tenido en estos últimos diez años, y aun en el que ha pasado, debido a los altos precios de los “commodities”, la pobreza no ha disminuido en relación con esos ingresos y los pocos puntos de superación de la extrema pobreza, corren el riesgo de perderse debido a la baja de los precios internacionales de tales “commodities”.
La prueba real del estado de pobreza de amplios sectores de nuestra población, es el fallecimiento de una niña por inanición, es decir por ausencia de alimento, hecho que hiere profundamente las fibras de nuestros sentimientos, pues vemos a los que nos gobiernan estos once años, en un frenesí de gastos y derroche que nos puede llevar a una situación de descalabro económico y convulsión social no deseada.
La lacerante situación de pobreza de amplios sectores de nuestra población, que se refleja en las calles de las principales ciudades del país, donde los indígenas potosinos estiran la mano en procura de unas monedas, no obstante que el régimen de gobierno dice ser de los indígenas y que el gobierno representa al pueblo en sus sectores más desposeídos, resulta la verdadera realidad social, pues como dijo el vicepresidente argentino de la ex presidenta Cristina Kirchner en su visita al país hace unos años: “el crecimiento que experimentaron Bolivia y Argentina le ha servido poco a la gente…” (visita de Boudou en marzo de 2014).
La pobreza debe ser atacada como una política de Estado, en la que toda acción, decisión, emprendimiento y política pública, debe estar dirigida a esa finalidad, es decir salir de la pobreza y que nunca más, un boliviano muera de hambre.
El autor es abogado y politólogo.
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