La ciudad de las palomas

Es usual en cualquier ciudad de Bolivia, o del mundo, la presencia inevitable de las palomas, tanto en plazas, parques, como en otros sitios públicos. También no deja de ser evidente que la gente, sobre todo los niños -dicen- se solazan y hasta divierten con éstas, sólo observándolas, y en muchísimos casos correteando en medio de cientos de ellas. Pero la mayor parte de las personas no advierte los riesgos de salud a los que se están exponiendo al ponerse en contacto directo con esta especie -más aún cuando es patente la falta de un control adecuado en nuestra capital y otras urbes con la finalidad de evitar su peligrosa proliferación, fuera de la inexistencia de una limpieza adecuada de todos los sitios donde deponen sus excrementos-, quedando así a merced de la transmisión múltiple de diversos males infecciosos. La supuestamente inofensiva y tierna “paloma de la paz” también no deja de ser una “mensajera de enfermedades”, pero, según parece, la mayor parte de la colectividad ignora este extremo.

En nuestra La Paz han proliferado hasta límites preocupantes; una diversidad de sitios públicos virtualmente han sido invadidos y tomados por esta especie. Por ejemplo, es desesperante observar que en el cementerio general, principal e histórico camposanto de la metrópoli, han copado todo resquicio de sus distintos cuarteles, a más de las cornisas y tejados. Hablamos de los nichos vacíos ubicados en las partes altas que son ya nidos permanentes desde donde “chorrea” su nocivo excremento que nadie limpia desde hace muchos meses. Quienes van a colocar flores a sus deudos fallecidos se ven obligados a lidiar con semejante amenaza de salud pública. La administración ni se inmuta frente a tal mayúsculo problema. En las plazas Murillo, Alonso de Mendoza, San Francisco, y otras, sucede lo mismo y el mal olor, particularmente en días de calor, es insoportable. Expertos en la materia dicen que sus plumas, excrementos, entre otros agentes de estas aves, transmiten hongos, bacterias, y parásitos, siendo los más afectados los niños, adultos mayores, personas infectadas con VIH, enfermos de cáncer y diabetes, debido a que sus defensas están disminuidas.

El Ministerio de Salud de Perú, en 2014 dio a conocer un estudio al respecto, habiendo llegado a la conclusión de que las palomas son portadoras de más de 40 enfermedades transmisibles, resultando que una persona infectada presenta como síntomas: fiebre, escalofríos, sudoración, mialgias, anorexia, vómitos, dolor de cabeza, debilidad, además de infecciones acompañadas con deshidratación.

Por su parte, el Responsable de Plagas de la comuna de Madrid, España, el pasado año hizo conocer que se ha tomado acciones para impedir que se reproduzcan de manera descontrolada y copen los elementos arquitectónicos metálicos y pétreos de esa urbe, ya que la materia orgánica de sus defecaciones contiene ácidos fosfóricos que vienen a deteriorarlos, habiendo prohibido a la ciudadanía alimentarlas, además de instruir una serie de trabajos para conservar adecuadamente los edificios públicos y privados, tapando todo hueco con el fin de evitar que encuentren una vía de entrada para anidar en los mismos, ya que son focos de criaderos de piojos, garrapatas y vinchucas. Dijo además que anualmente capturan tres mil palomas, de una población estimada en 70 mil, para su traslado a palomares del medio rural.

¿Y en nuestro medio se sabe cuántas palomas existen aproximadamente, y qué se está haciendo al respecto? La Paz pareciera ser ya “la ciudad de las palomas”, y más allá de que parezcan ser inofensivas, constituyen un riesgo para la salud humana.