El Banco de Desarrollo Productivo anunció la firma de un convenio con la Confederación de Micro y Pequeña Empresa para la otorgación de créditos hasta el monto de 90 millones de dólares “con la finalidad de incentivar el trabajo y el desarrollo de las empresas medianas y pequeñas”. El financiamiento implicará el pago de intereses del 11,5% anual que, según información del BDP, “dependerá del préstamo que soliciten los beneficiarios”. Es de suponer que dichos intereses podrían ser menores.
Promover e incentivar la creación de medianas y pequeñas empresas debería ser labor prioritaria de las autoridades y mucho más de entidades financieras como el Banco de Desarrollo; pero, en todo caso, con la fijación de intereses mucho más bajos porque hablar de una tasa del 11,5% anual para empresas que funcionan hace muy poco tiempo y no cuentan ni con la infraestructura precisa y menos con personal debidamente capacitado, parece excesivo. Cobrar altos intereses, especialmente si las fuentes originales del dinero son organizaciones de tipo internacional como son el Banco Mundial, el FMI u otras que cobran intereses muchísimo más bajos, lo que se cobre a productores chicos y medianos debería ser mucho menos especialmente si se tiene en cuenta que están en proceso de crecimiento y requieren de apoyos muy fuertes que les permitan superar las dificultades iniciales que habrán soportado al inicio de sus labores.
El Banco de Desarrollo Productivo, que seguramente es entidad estatal, tendría que planificar en mejor forma sus líneas de crédito y la otorgación de préstamos debería estar consubstanciada con las posibilidades de producción y crecimiento de las empresas; de otro modo, cualquier soporte financiero que implique fuertes erogaciones por concepto de intereses resulta contraria a toda política de apoyo e incentivo.
Muchas veces se ha sostenido a nivel del gobierno que “existe la intención de ayudar a la creación de pequeñas empresas porque de ellas pueden surgir las grandes que, con el tiempo, se consoliden debidamente como fuentes de producción que, además de crear riqueza, promoverían empleo”; pero, lamentablemente, los anuncios nunca se tradujeron en realidades que, especialmente en tiempos de crisis como los que vivimos, significarían ayuda y promoción decisivas.
El gobierno o las entidades de las que dependa el Banco de Desarrollo Productivo tendrían que revisar sus políticas y mucho más las condiciones y forma en que otorguen los préstamos a las medianas y pequeñas empresas que requieren, especialmente en tiempo de inicio de operaciones de toda ayuda y comprensión; no hacerlo implica que las políticas anunciadas para incentivarlas resultan simples palabras que en el amplio mundo de la demagogia se pierden.
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