A pesar de los obstáculos y las dificultades, cada vez más mujeres gastrónomas reivindican su lugar en todos los estratos de la cocina boliviana, desde la tradición de la calle hasta la alta cocina en un país cuyo sector alimentario representa el 13% de la economía.
Bolivia es la tierra que acoge a la danesa Kamilla Seidler, chef ejecutiva del restaurante paceño Gustu y elegida mejor chef mujer de América Latina, pero también a la tarijeña Giovanna Gaité, que vende humintas –un pastel de maíz y queso– en las calles de su ciudad desde que tenía catorce años.
Gaité comenzó de adolescente, después de trabajar como empleada de hogar y retomando las recetas de su abuela y de su madre. “A la gente me costó mucho ganármela porque yo tenía catorce años”, recuerda.
Ahora, con la ayuda de un programa llamado Calle Gourmet, que asesora a vendedoras callejeras en innovación y rutinas de cocina, dice tener “un muy buen negocio”. Si por los encargos no puede dormir un día, dice “no duermo”.
Gabriela Prudencio, propietaria y fundadora del restaurante Propiedad Pública, un establecimiento de inspiración italiana y productos bolivianos en una de las zonas más ricas de La Paz, también encontró obstáculos como mujer joven emprendedora a pesar de haberse formado en escuelas y cocinas de Nueva York.
Los contratistas y los albañiles varones le plantearon problemas cuando, dos años atrás, construyó su restaurante. No seguían sus indicaciones en las obras. “Miraban y no me hacían caso”, dice a Efe. También le costó consolidarse como líder en la cocina, donde mujeres y hombres a partes iguales tenían prejuicios.
Gaité, Prudencio y Seidler son tres de las más de doscientas mujeres que se reunieron esta semana en el II Encuentro Nacional de Gastrónomas, un evento no mixto organizado por el Movimiento de Integración Gastronómico Boliviano (Miga). Los únicos varones presentes eran periodistas o trabajaban en la logística. (EFE)
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