Un artículo titulado “¿Vivimos en una dictadura digital?” publicado el 06/11/16 por Carlos Dorado indica “Vivimos en la dictadura de las estadísticas y de las redes sociales lideradas por la tecnología… ¿Podemos vivir una vida en paz? ¿Y por qué usa la tecnología?, dirían los fanáticos de la misma. ¿Es que acaso por usarla, tenemos que entregar nuestra alma al diablo? ¿Nació para usarla o para que nos use? ¿Aceptamos ser esclavos de la misma, o tenemos que retirarnos a vivir como ermitaños? ¿Quién le dio el derecho a la tecnología a saber dónde estamos, con quién estamos, qué decimos, o qué pensamos?”
“China’s digital dictatorship” es el título de un artículo publicado por la revista The Economist el 17/12/16, en el que se refiere a preocupantes experimentos con una nueva forma de control social. Se resume dicho artículo. Cuando el comunismo se desmoronó en la Unión Soviética en 1991, parecía que el Partido Comunista de China (PCCH) se derrumbaría, a pesar de su vertiginoso crecimiento económico iniciado en1992. En 1998 el presidente Bill Clinton insinuó que preveía para China una trayectoria democrática y le dijo a Jiang Chemin, entonces Secretario General del PPCH (Sgppch) que China estaba “en el lado equivocado de la historia”.
Sin embargo mientras Occidente sufrió la crisis financiera y las consecuencias del fallido intento de implantar la democracia en el Medio Este, el PCCH se aferró a su monopolio de poder. Sus dirigentes se comportaron como si China nunca tendrá que someterse a la transformación democrática, que cada país rico ha pasado en el camino a la prosperidad. Al contrario, ellos parecen creer que el partido puede mantener el control y algunos funcionarios apuestan a que el modo de hacerlo yace en una nueva forma de dictadura digital.
Bajo su actual líder Xi Jinping (Sgppch) el partido ve desde afuera de estar más fuerte que en cualquier tiempo hace décadas. Desde la aplastada revuelta en Plaza Tiananmen en 1989, el antiguo aparato estatal ha sido reemplazado por brillantes tecnócratas y aun empresarios. Los ciudadanos disfrutan de libertades inimaginables hace una generación, de hacer negocios, viajar al exterior y de perseguir vidas despreocupadas. Usando técnicas occidentales de relaciones públicas, el partido recuerda al común de los chinos que gracias al consumismo masivo, está teniendo un alegre buen tiempo.
Aun así, el partido se siente profundamente inseguro. En los últimos años ha sentido la necesidad de imponer una feroz represión contra los disidentes y sus abogados. El rápido crecimiento económico ha creado una enorme clase media que desconfía de todo, de funcionarios que hacen caso omiso de los derechos de propiedad, de un sistema estatal de salud lleno de corrupción, de un sistema de educación donde el engaño es la norma y de gente cuyos antecedentes criminales y financieros son imposibles de evaluar.
Al partido con razón le preocupa que una sociedad tan carente de confianza es inestable, de manera que está experimentando con un impactante remedio que llama el “sistema de crédito social”. Dice que la idea es aprovechar la información digitalmente almacenada, para atormentar a todos a comportarse más honestamente. El gobierno habla de esto como una herramienta de gestión social, por ejemplo controlando el comportamiento individual. Es un régimen que ya trata de controlar cuán a menudo la gente visita a sus padres. ¿Cuánto más podrá avanzar? Las calificaciones de los ciudadanos estarán vinculadas a su cédula de identidad. Muchos tienen miedo de que las malas calificaciones puedan resultar en sanciones, tales como negarles un préstamo bancario o la compra de un boleto de ferrocarril. Tienen motivos para estar preocupados. El gobierno decretó este año que el sistema debe registrar pecados vagamente definidos como “montaje para alterar el orden social”.
Hasta ahora el sistema es solamente experimental en 30 áreas. El mismo gobierno parece inseguro de cuán lejos llevarlo. Existió mucho debate acerca de cómo asegurarse que los ciudadanos desafíen sus calificaciones. De hecho, intentos de usar el sistema para dar al partido más fuerza están encontrando oposición. Medios oficiales han reportado dudas acerca de un experimento en el que ciudadanos que visiten oficinas gubernamentales para quejarse sobre la injusticia, sean castigados con pobres puntajes. Los medios incluso han citado críticas, comparando tales tácticas con la entrega de los japoneses de los certificados de “buenos ciudadanos” a chinos confiables, durante la odiada ocupación del ejército imperial nipón.
En lugar de calificar a los ciudadanos, el gobierno debería permitirles evaluar la forma en que gobierna. Para todas las debilidades de la democracia, la urna todavía puede servir. ¿Tal vez esto es demasiado pedir en China? Pero Xi Jinping continúa el desarrollo de herramientas y sistemas digitales para controlar al pueblo. Eso alimentará la ira y el resentimiento hacia el gobierno. A largo plazo probará que Bill Clinton tenía razón.
De lo expuesto puede concluirse que las bases de datos y los sistemas informáticos utilizados por conveniencia política, empleados generalmente por gobiernos no democráticos, pueden dañar mucho al grueso de la ciudadanía.
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