Muchas veces hemos escrito que el comercio exterior de Bolivia debe ser desviado por el Perú y no soportar más humillaciones del soberbio vecino. Los últimos acontecimientos deben hacernos comprender que es hora de abrir los ojos y dejar esa ingenuidad espantosa que se observa con respecto a Chile. No terminamos de comprender que es suicida dejar de actuar sin decoro, este concepto que los chilenos blandieron y blanden siempre solapada y astutamente cada vez que tuvieron que poner en encrucijada a la eterna víctima. La Cancillería chilena de 1879 reiteradamente alega por su “honor nacional”, su “decoro y dignidad nacional” y esgrime estos conceptos para justificar el uso de su fuerza para ultrajar a la indefensa Bolivia.
Ante la imposición del gravamen de 10 centavos a la exportación de quintal de salitre, los chilenos vociferaron que fue un atentado a su decoro nacional, pero los bolivianos, gobernantes y políticos no opusieron su decoro a cuanta tropelía recibió el país, entregando Bolivia una mejilla después de la otra ante las impávidas afrentas del supuesto vencedor, que esto también es otra falacia, de lo que nos ocuparemos en otra posterior nota. En efecto, Bolivia soportó la infame invasión al Litoral; consintió el ultrajante Pacto de Tregua; toleró el humillante ultimátum de Abraham Konig y todavía después, se avino a firmar el forzado y ominoso Tratado de Límites -no de Paz- de 1904 y soportó la burla del “invicto vencedor” en cuanta ocasión le plugo a aquél; y aceptada la derrota permitió todavía una especie de coloniaje del emergente vencedor con la riqueza del territorio despojado; y más todavía ¡pasó a ser el financiador de las tierras usurpadas! De hecho estos y otros atropellos no condicen con quien valora su decoro.
¡Vaya el despojo! Inmediatamente después de ser humillado con el Tratado inicuo, Bolivia debía buscar la solución condigna. Y ésta era no usar los puertos arrebatados. Hubo un intento de habilitar la salida por el río Paraguay, que después se abandonó.
Bolivia debía despejar las susceptibilidades peruanas para usar sus puertos, porque, al fin, fuimos aliados leales de la nación peruana. ¿Que se cometió errores y hubo debilidades? Éstos ensombrecieron a ambos: Incapacidad, traiciones, perfidias y todos los males de estados desorganizados. En definitiva, ¿acaso no le conviene al Perú captar el comercio exterior boliviano, para contribuir al progreso de su Sur empobrecido? Y nosotros, abandonemos Arica. Pero, no, Bolivia buscó robustecer al enemigo de siempre, lo que es un despropósito y continúa enriqueciéndole con su comercio y turismo vergonzoso. ¿Es más caro acudir a puertos peruanos? La pequeña diferencia es mucho menor a la dignidad a ser recuperada.
Se debe desterrar discursos vacíos, poses retóricas y absurdas. Es más certero el comportamiento digno que corresponde al vencido en lucha desigual.
Pero nuestros políticos y gobernantes y nuestros empresarios, empezando por los grandes mineros del siglo pasado, solo buscaron su beneficio; y ante la completa ausencia de políticas de Estado les importaron un rábano aspectos de patriotismo y honor nacional.
Dos comportamientos caben en la hora presente:
Primero, actuar con serena postura, sin retórica, con probidad; no dar pretextos a Chile, que es lo que busca para asestarnos quién sabe qué otra villanía, lo que tampoco previenen los bolivianos, obnubilados por panegíricos sobre el mayor progreso de Chile. Necesitamos sembrar conciencia cívica; mas, al contrario, damos caldo de cultivo a los “rotos” para que sigan menospreciándonos, cuando debemos reconocer que podemos ser más que ellos. ¡Bolivia solo necesita gobernantes honrados, patriotas y capaces, que nunca los ha tenido!
Segundo, pedir al Perú el uso de sus puertos, construir el ferrocarril interoceánico Ilo-Santos. Demostrar a Chile que sabemos comportarnos con dignidad y altivez y que podemos plantear nuestra prosperidad desvinculados de su nefasta dominación.
Este es un reto no solo para Bolivia, es también para el Perú.
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