Samuel Castellón Arce
“Toda persona tiene derecho a recibir educación en todos los niveles de manera universal, productiva, gratuita, integral e intercultural, sin discriminación” (CPE, Art. 17).
Según diccionarios: “educación” es la acción de educar; proceso por el cual una persona desarrolla sus capacidades, para enfrentarse positivamente a un medio social determinado e integrarse a él; crianza, enseñanza, doctrina, instrucción, cortesía, urbanidad; “educación” da el conocimiento para la formación, el aprendizaje y manejo de los buenos principios que destacan condiciones de aceptable desempeño en las actividades de las personas en el diario vivir.
La CPE está encausando la educación como el beneficio de contar con la instrucción y enseñanzas que deben abarcar estudios primarios, secundarios, universitarios, para luego encaminarnos, en la medida de lo posible, por la senda de las capacitaciones técnicas y especializadas, que es por donde el Estado Plurinacional (de modo condicional), proyecta ejecutar su modelo, expuesto en su Plan de Desarrollo Económico y Social 2016-2020.
Educación es una cosa y ser educado es otra. Este segundo concepto no es de lo más demostrativo en la formación de los miembros de nuestra sociedad, porque la conducta individual hacia sus semejantes es un atributo que no todos los actores practican.
Al margen de esas situaciones de comportamiento individual y las valoraciones que sean posibles de aplicar, el artículo 17 de la CPE caracteriza una condición, que es encaminar la educación junto a la labor efectiva y positiva de los docentes (educadores, maestros), en beneficio de los educandos (estudiantes, alumnos).
Entre el Magisterio y el Gobierno, por lo que conocemos, siempre ha habido enfrentamientos debido al escaso entendimiento por temas que, a través del Ministerio del ramo, no llegan a resultados de equilibrio, donde el Estado haga ajustes hasta que los docentes se posicionen, gráficamente hablando, en el nivel de sus reales expectativas, y el gobierno en el nivel de cumplimiento de sus responsabilidades con el sector.
Muchos tratadistas, investigadores y periodistas hacen planteamientos sobre la educación, del mismo modo que hay gobiernos que saben de la importancia del término y la forma ecuánime y racional de dar una definitiva solución a los sesgos por los que, en el desarrollo del sector, pueden, indefectiblemente, asomar criterios de disconformidad, aunque temporal.
Para terminar, cuando un afamado periodista preguntó a la presidenta finlandesa Tarja Halonen ¿“Como hizo Finlandia para pasar de un país agrícola que solo exportaba madera a ser un exportador de alta tecnología?”, ella dijo: “El secreto es muy sencillo y se puede resumir en tres palabras: Educación, educación y educación. Para tener una buena educación, debes tener un buen gobierno, que no sea corrupto, y que destine los impuestos que se recauda a la educación. Si no tienes un sistema impositivo adecuado o no tienes un gobierno honesto, es imposible pagar bien a los maestros y tener un buen régimen educativo” (Andrés Oppenheimer, Basta de Historias, págs. 42, 43).
El Estado Plurinacional de Bolivia, exportador de materias primas, ¿en algún momento contará, como en el caso mencionado, con alta tecnología e industrialización?
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