El tiempo pasa vertiginosamente, pero las creencias religiosas mantienen su vigencia como en el primer día. Este es el caso de la fe católica, por lo que hoy comienza la Semana Santa, como factor culminante de la Cuaresma.
Este acontecimiento tiene su inicio en el Miércoles de Ceniza, que se cumplió el 1 de marzo. Desde entonces han transcurrido los 40 días que exige la historia del catolicismo.
La Cuaresma termina justo antes de la “Misa de la Cena del Señor”. La cita de los 40 días emerge de la Biblia y se considera históricamente que simboliza la prueba de Jesús, en alusión a los 40 días que permaneció en el desierto, que resultaron ser previos a su prédica como hijo de Dios.
Corresponde anotar también que simbolizan los 40 días que duró el diluvio, así como a los 40 años de la caminata de los israelíes en el desierto y los 400 años que se prolongó la permanencia de los judíos en Egipto.
La Cuaresma tiene cinco domingos, incluyendo el Domingo de Ramos, que se celebra con posterioridad a los 4 domingos de la Cuaresma. Su reconocimiento como festividad católica tiene relación con el calendario agrícola. Asimismo, respetar el domingo como día festivo y a la vez contar con 40 días que es el tiempo de renovación de la Tierra. “Para calcular su celebración -anotan los historiadores- se toma en cuenta el Sol y la Luna (Sol de primavera y Luna llena).
La práctica de la Cuaresma se cumple desde el Siglo IV, cuando había la tendencia de contar 40 días previos al primer día de la Cuaresma y acatar con la previsión del ayuno y de la abstinencia de comer carne. En la actualidad, estas normas han sido dejadas de lado y, según la Iglesia, deberían ser dedicados a reconciliación, generosidad y arrepentimiento.
Empero, la celebración mayor es el Año Litúrgico, que está dedicado a recordar la vida de Jesús a lo largo de un año. Esto implica que cada año los cristianos reviven las etapas más importantes de la vida de Nuestro Señor, o sea de su nacimiento, su muerte y su resurrección, cuya culminación es su ascensión al Cielo y el envío a la Tierra del Espíritu Santo.
De conformidad con las escrituras católicas, hay dos formas de percibir, organizar y cumplir el Año Litúrgico. El primero se caracteriza por ciclos, en los que suceden hechos históricos trascendentales, a partir de un acontecimiento y continuando con una determinada evolución.
El primer hecho histórico es el nacimiento del Salvador, la Navidad. El segundo es la Pascua, constituida por la Cuaresma, Semana Santa y Pentecostés.
La Pascua no se celebra siempre en la misma fecha, pues se producen otras celebraciones litúrgicas (miércoles de ceniza, Ascensión, Pentecostés, santísima Trinidad, que es el Corpus Christi). Pero la Cuaresma no tiene sentido si se separa de la Pascua. En su trayectoria, no se va al encuentro de la nada ni de la muerte, sino que se camina hacia la resurrección del Señor y la de cada persona.
Otros contenidos centrales de la Cuaresma son la conversión y la reconciliación en dos niveles, con Dios y con las personas, en dimensión personal y social. La dimensión social exige el refuerzo de cada año con la Campaña por la Fraternidad, que es un alerta cuando existen carencias sociales, o sea la ausencia de acercamiento y convivencia con la familia y los prójimos.
En otros términos, aparte de la adoración de Dios, los seres humanos tienen que ser proclives a la amistad y a la hermandad social, superando siempre las diferencias y los enconos.
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