Recuerdos del presente
Los criterios que aplica el gobierno boliviano para definir su política exterior están dando lugar a muchas dudas.
Un embajador que, en la OEA, defiende al régimen de Nicolás Maduro y otro, en la ONU, que defiende al régimen de Siria justamente cuando ambos gobiernos estaban cometiendo atrocidades en sus países, son hechos preocupantes.
Decir que el régimen de Venezuela tiene derecho a pisotear la democracia y masacrar a la gente en las calles, además de negarse a llamar a elecciones, es tarea para un “diplomático” especial, con antecedentes que deben figurar en la hoja de vida del embajador. Se enfrentó a 17 países de la región, incluidos todos nuestros vecinos, sólo por apoyar a Maduro.
Para que un representante de Bolivia pudiera defender al régimen de Siria, que acababa de lanzar bombas químicas contra niños, hacía falta alguien que hubiera estado a cargo de la más feroz represión a indígenas de la historia de Bolivia, en Chaparina, en 2011. Y así fue. En esa designación y en esa tarea se observa coherencia. Quizá se dijo, al nombrarlo, que para ese cargo se necesitaba alguien con sangre fría, una especie de lagartija.
Los criterios que se usa para estas designaciones no serían aprobados por una Academia Diplomática, ciertamente.
Hay uno que quizá no es criterio, sino moda. Si muestras que eres capaz de usar sombrero en todas las circunstancias, no importa si tu cabello está limpio o no, tienes más posibilidades. Quizá ese sea el único mérito del embajador en la OEA. También puede valer ese criterio para aspirar a ocupar un cargo en el cuerpo consular, como se ha podido observar con la designación de la cónsul en Córdoba, Argentina.
El gobierno no está seguro de cuál de todos es el mejor criterio, y está ensayando.
Necesita designar a alguien como embajador en Francia y el que más posibilidades tiene es alguien que sería descartado en cualquier país, ya sea como para enviarlo o para darle la bienvenida. Un general que tiene abiertos tres procesos penales en su contra, por corrupción, cumple con los méritos, siempre que se trate del mundo al revés. O de los “contraires”.
Que sepan leer o escribir los embajadores es un criterio pasado de moda, impuesto por el colonialismo. En eso la coherencia es total.
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