Por Jose Segovia
Es el científico por antonomasia y, sin embargo, era un devoto esotérico gran aficionado a la alquimia y seguidor del arrianismo. Esas aficiones ocultas explicarían su extraña tardanza en publicar sus geniales descubrimientos.
El padre de Isaac Newton falleció antes de que él naciera, el día de Navidad de 1642. Su madre se volvió a casar y lo envió a vivir con sus abuelos. Gracias a eso, Newton cambió su destino de granjero acomodado e iletrado (como su padre) por el de genio.
Se cumplen 330 años de la publicación de Principios matemáticos de la filosofía natural, donde Newton formuló la ley de la gravitación universal
El pequeño Isaac tenía tres años cuando su madre lo envió a vivir con sus poco cariñosos abuelos maternos, un cambio brutal que lo convertiría en el futuro en un individuo solitario. Pero aquel suceso de su infancia tuvo un lado positivo. Al contrario que su progenitor, sus abuelos maternos le proporcionaron una buena educación, lo mismo que habían hecho con su hijo William, al que animaron a estudiar en Cambridge.
Como él, Newton entró en esa universidad con 18 años y lo primero que hizo fue ignorar los programas de estudios. El introvertido estudiante se instruyó a sí mismo leyendo lo que le apetecía, como las obras de Descartes, Kepler o Galileo. Por primera vez en su vida, Newton estaba en su salsa.
Galileo se alineó con la concepción copernicana del universo, que otorgaba al astro rey el papel protagonista en el sistema solar y ponía en entredicho el geocentrismo, que defendía la Iglesia. En febrero de 1633, Galileo fue acusado de desobediencia y herejía, razón por la que abjuró de su teoría para salvar su vida. Newton conocía al dedillo los entresijos de esta historia y también sabía que algunos de sus propios secretos, los más ocultos, podían situarlo en el futuro en una situación igualmente comprometida.
PADRE DE LA FÍSICA
Fue durante sus años de universidad cuando el joven científico llevó a cabo la mayoría de los trabajos por los que hoy es famoso; como por ejemplo, el ‘cálculo infinitesimal’, sin el que las modernas ciencias físicas no existirían.
Una vez que Newton obtuvo la licenciatura, la Universidad de Cambridge cerró sus puertas por un brote de peste, y el joven científico regresó a Lincolnshire, donde permaneció hasta 1666. En ese tiempo ocurrió la anécdota de la manzana. El propio Newton contó que la vio caer de un árbol y se preguntó si la gravedad que le in-fluía era la misma que mantenía a la Luna en órbita alrededor de la Tierra. Eso suponía que ya tenía en la cabeza la ley de la gravitación universal.
Pero ¿por qué esperó casi veinte años para publicar ese hallazgo? El famoso economista John Maynard Keynes, que escribió una apasionante biografía del científico, da una posible respuesta. Aseguraba que Newton era profundamente neurótico. “Sus instintos más profundos eran ocultos, esotéricos, semánticos; con profundas evasiones del mundo, un temor paralizante a exponer sus pensamientos, sus creencias, sus descubrimientos -en toda su desnudez- a la inspección y la crítica del mundo (…)”.
También resalta Keynes el carácter poco sociable del científico, que protagonizó sonados choques con algunos de sus colegas. Keynes sostiene que “los demasiado conocidos conflictos y disputas con Hooke, Flamsteed, Leibniz, son, por sí solos, un testimonio clarísimo de esto. Como todos los de su tipo, se mantenía totalmente alejado de las mujeres. Se enajenaba y no publicaba nada, excepto bajo la presión extrema de sus amigos”, afirmaba Keynes.
Otra explicación posible a su tardanza en publicar sus teorías podría ser la fascinación que sentía Newton por la alquimia y la religión, unos intereses que ocultó con habilidad cuando adivinó que podian perjudicarle.
Un ejemplo. En 1667 fue elegido miembro del consejo de gobierno del Trinity College de la Universidad de Cambridge, lo que suponía un honor, pero también un grave peligro si se descubría su secreto: Newton era arriano y no creía en la Santísima Trinidad.
En aquella época, los nuevos miembros del consejo tenían que jurar su compromiso con la ortodoxia religiosa, que como no podía ser de otra forma en una institución que se llamaba Trinity incluía una especial reverencia por la Santísima Trinidad. El científico, que no quería mentir, se las ingenió para que el rey Carlos III, que era un entusiasta de la ciencia, le dispensara de dicho juramento. Su secreto quedó así a salvo.
SEGÚN KEYNES, NEWTON ERA UN NEURÓTICO QUE HUÍA DE LAS MUJERES Y TENÍA MIEDO A EXPONER SUS TEORÍAS
Una vez que concluyó su gran etapa de descubrimientos, Newton se embarcó de lleno en el estudio de esas materias (religión, alquimia, esoterismo…) tan alejadas del método científico. De hecho, tras su muerte, en 1727, sus parientes heredaron documentos extraños. Había artículos sobre matemáticas y física, pero también escritos in-trigantes sobre teología y alquimia.
UN TESORO OCULTO
En 1872, uno de los descendientes de Newton donó ese tesoro documental a Cambridge. El comité que revisó los documentos seleccionó solamente los escritos científicos y devolvió a la familia los teológicos y de alquimia. Los prohombres de la docta institución debieron de pensar que lo fundamental era evitar a toda costa que el mundo supiera que el fundador del método científico había sido un oscuro alquimista. Había que ocultar los extravagantes escritos de Newton, el científico por excelencia, en cuyo mausoleo en la abadía de Westminster se puede leer un epitafio en el que se lo renombra como un genio de la ciencia dotado de “una fuerza mental casi divina”.
SUS MANUSCRITOS MÁS ÍNTIMOS
En julio de 1936, los escritos del científico que permanecían en poder de sus descendientes salieron a la venta en la casa de subastas londinense Sotheby’s. El famoso economista británico John Maynard Keynes adquirió gran parte de los escritos de alquimia, que legó a la Universidad de Cambridge diez años más tarde. Newton firmó muchos de sus textos sobre alquimia con el seudónimo de Jeova Sanctus Unus, que se interpreta como un lema antitrinitario. El orientalista Abraham Shalom Yahuda se hizo con otros escritos de temas religiosos. Poco antes de morir, los donó a la Biblioteca Nacional de Israel. Hay otros documentos de Newton desperdigados en distintas bibliotecas e instituciones.
FUENTE: ABC - CIENCIA.
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