Nos simpatizó el presidente paraguayo Horacio Cartes, desde el momento que puso freno a la fiebre populista que durante largo tiempo imperó en el país vecino. Empresario exitoso, hombre inteligente, ha gobernado bien sin que le falten las críticas, por supuesto. En suma, es una persona que llegó al poder por mérito propio. Lo que no puede hacer Cartes es decepcionar a la gente que lo respeta. Lo que piense un señor que vive en Santa Cruz poco le puede interesar, pero tiene que meditar en que si persiste en su afán de torcer la Constitución paraguaya para hacerse reelegir mañosamente, se echará encima la ira y el desprecio de su propio pueblo. Así ha sucedido en Bolivia por lo menos.
Sabemos que los adulones lo deben incitar a quedarse en el mando. Le dirán que lo está haciendo magníficamente, que es el mejor presidente que ha tenido el Paraguay en toda su Historia, y que se merece el premio de la reelección. Nadie se opondría a que Cartes vaya a la reelección, siempre que la Constitución se lo permita. Pero si va a modificar la Carta Magna para su propio beneficio, como está intentando con ese “proyecto de enmienda” aprobado en el Senado, la cosa cambia porque se convertirá en uno más de los vulgares atracadores de la ley, que han pululado en el continente en los últimos lustros.
Que Cartes no se equivoque por las cosas que ve cerca de él, porque no todas han sido exitosas. Si le fue bien a Chávez, Ortega y a S.E. aquí en Bolivia, a otros les fue mal en sus intentos. Chávez se hubiera quedado toda su vida en el poder, Daniel Ortega lo está tratando descaradamente, y S.E. quiere volver a violar la Constitución para ir a una cuarta elección cuando sólo podía acceder a dos candidaturas consecutivas. Entonces Horacio Cartes no las tiene todas consigo y puede que provoque una confusión caótica en su país, que ya ha tenido sus primeros síntomas.
Lo cierto es que no queremos malos ejemplos cerca de nosotros. Ojalá que nos salvemos de mayores plagas. No sabemos si Cartes ha sido contagiado por alguien en esto de prorrogarse inconstitucionalmente. Pero muchísimos bolivianos veríamos con pena que un presidente elegido por el voto ciudadano se tuerza en el camino y aparezca como ejemplo y justificativo -hasta como compinche- de los “chupatetillas” nativos que no cejan en su afán de eternizar en el poder a quien llenan de mentirosos y ridículos elogios de grandeza. Le agradeceremos al señor Cartes que no lo haga.
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