Rememorar la pasión de Jesucristo, el Hijo de Dios, es mostrar la importancia de las virtudes hechas valores de los principios de fe, caridad y esperanza. Es tiempo de ver la propia conducta y perspectivas que permitan vivir conforme a una recta conciencia condenando todo lo malo que se haya hecho y, llegar a la enmienda sobre la base de lo que Jesús nos legó con Su vida, Su pasión y Resurrección.
Hoy el mundo vive muchas calamidades, padece guerras y enfrentamientos, pobreza y enfermedades, vive las consecuencias de la soberbia y la petulancia de quienes tienen poder y creen ser dueños de soluciones para todos los problemas cuando demuestran con sus actos que solamente tienen vocación para incrementar los males. Con la práctica de conductas donde no hay bondad ni caridad, ni existen condiciones de solidaridad y amor, donde la fe en Dios es simple apariencia y donde la práctica de virtudes es algo que no tiene nada que ver con la modernidad de las ciencias y la tecnología que muestran caminos de materialismos cerrados.
Los contrastes que vive el ser humano y que están ceñidos a conductas arbitrarias con la misma conciencia, dejan víctimas de millones de personas porque no se quiere entender que Cristo, con su vida, pasión, muerte y resurrección ha mostrado caminos de virtudes que permitan vida plena de todos los hombres sin distinción alguna. Priman contrastes que laceran los espíritus y lastiman los sentimientos con hambre, enfermedades, pobreza y grados extremos de incapacidad para conquistar la paz y hacer que la humanidad viva en concordia y armonía. Los males padecidos señalan que habría una especie de urgencia por revivir en parte de la humanidad, toda la pasión y sufrimientos de Cristo para que al calor de esos padecimientos recién se adquieran nociones de fe, caridad y virtudes que hagan al hombre más humano, más hermanado con la propia conciencia y mayor condición de ser hijos de Dios.
El hombre ha logrado mejores condiciones de vida para ser dueño de su propia libertad y capacidad para superar hasta lo más difícil; pero, en su soberbia, también ha creado todo lo que permita destruir lo bien hecho y ha perfeccionado armas y medios para suprimir la vida en el planeta y ha logrado que en muchos casos el hombre se convierta en el peor enemigo del hombre. ¿Cuánto avanzó la humanidad en miles de años? ¿Cuánto ha hecho para destruir bienes que pertenecen a muchas generaciones y que son patrimonio para el futuro? Grave, muy grave es el hecho de haber llegado a la conclusión de creer ser mejores que Dios, de disponerlo de todo y utilizar al mismo ser humano como instrumento de su propia destrucción. Grave es haber llegado a los peores extremos de estupidez y maldad y mucho más grave es haber comprometido permanentemente la seguridad y vida de la humanidad que es lo que parece buscarse con guerras y discordias. Hay que convenir que contrariamente a todo lo malo y doloroso, quedan los valores y sentimientos de unidad y amor en toda la civilización que está segura de vencer la gran batalla que Dios, empezando por el sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo, ha iniciado para liberar al mundo no sólo de lo que le hace daño y lo posterga y aniquila sino para mejorar su vida y dar consistencia a sus virtudes y valores.
La Semana Santa, cuyo recuerdo de gran sacrificio se recuerda hoy viernes y culmina el domingo con la Resurrección de Jesús, es luz que ilumina los caminos con un mensaje de paz y armonía donde se proclaman las glorias de Dios porque la muerte y pasión de Jesucristo es el principio de la gloria del mismo hombre que siente y piensa que todo tiene razón de ser y que obedece al cumplimiento de la voluntad de Dios: lograr la felicidad mediante la fe, el amor, la caridad, la solidaridad, la humildad y el perdón hechos prácticas permanentes.
En nuestro país, Bolivia, con una mayoría católica, todos somos cristianos aunque con iglesias separadas, abrazamos los mismos principios y queremos que Dios sea guía y Señor de nuestras acciones; pero, para ello no basta la acción de El que siempre será positiva en nuestro favor, debe contar la conciencia de todos que podemos ser voluntad, cuerpo y espíritu para superar las propias limitaciones en base a la fe que puede acrecentar nuestras virtudes. Gobernantes y gobernados podemos vivir en concordia tan sólo con la condición de actuar bajo los principios que Cristo mostró en abundancia para entender que todos somos hijos de Dios.
Para quienes no creen en el Creador, ni sienten Su presencia y Su mensaje, también el Evangelio de Cristo y lo señalado en los libros sagrados como la Biblia, son pautas y condiciones para administrar correctamente nuestra vida y para tener vocación de servicio para conducirnos honesta y responsablemente en el manejo de lo que la buena fe del pueblo ha confiado y depositado en quienes posean poder de cualquier naturaleza. Para quienes no confían ni creen en Dios o sólo por conveniencias circunstanciales lo invocan o por soberbia se sienten ateos, los mensajes de Semana Santa son medios para el cambio, para una práctica de valores, para entender que todo poder temporal es pasajero y que sólo el espíritu insuflado por el amor pervive con el tiempo y da lugar a la fe, la caridad y la esperanza que son condiciones de vida temporal y eterna.
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