El qué y el cómo

Recordarán ustedes (amigos y amigas) que la anterior semana terminé mi columna con una historia que graficaba la importancia del “cómo” decir las cosas. Ahora quiero empezar con otra historia, para comprobar que la forma está (muchas veces) por encima del fondo.

Cuentan que un cura se disponía a rezar y se da cuenta que otro sacerdote estaba fumando un cigarrillo mientras oraba.

“Hermano, ¿cómo es posible que estés fumando mientras rezas? Eso está prohibido”, le dice con un tono preocupado. El otro cura le contesta: “No te preocupes, pedí permiso para hacerlo”.

“No puede ser… yo también pedí permiso y me lo negaron”.

El sacerdote fumador le mira, sonríe y pregunta: “pero ¿cómo lo has pedido? Mucho depende de la forma”.

“Bueno… yo pregunté: ¿puedo fumar mientras rezo? Y me dijeron que no”.

“Ese es el problema hermano, era obvio que te dijeran que no. En cambio yo pregunté: ¿puedo rezar mientras fumo? Y mis superiores me dijeron que se podía rezar en cualquier circunstancia”.

Hasta ahí la historia. ¿Se dieron cuenta que sólo cambió el orden de las palabras?

El primer cura preguntó: ¿puedo fumar mientras rezo? Y le negaron.

El segundo cura preguntó: ¿puedo rezar mientras fumo? Y le aceptaron. La razón es simple: pudo convencer a sus superiores porque puso la palabra “rezar” antes que “fumar”.

En nuestra vida cotidiana (como en la historia narrada), podemos persuadir, convencer, sugestionar, inspirar, motivar y fascinar con las palabras adecuadas, en el orden adecuado y en el tono adecuado…es cuestión de pensar y sentir antes de hablar.

Espero que estos consejos les sirvan, un abrazo y hasta la próxima semana.

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(*) Director de Xperticia, empresa de asesoramiento y capacitación en Comunicación.