El anuncio muy bien guardado y en buena hora de la Declaración que suscribieron seis líderes políticos de la oposición, ha sido, tal vez, la noticia más esperada y alentadora que hemos tenido la mayoría de los bolivianos, desesperados por la progresiva “venezolanización” de nuestro país. Censurar la judicialización de la política, reclamar por un Órgano Electoral idóneo, exigir el cumplimiento del referéndum que le dijo NO a las pretensiones reelectoralistas de S.E., proponer normas correctas en las elecciones judiciales donde los magistrados fueron seleccionados por el MAS y no elegidos por el pueblo, y defender unidos la democracia y por tanto las libertades, es algo que provoca esperanza.
No se trata de ninguna alianza partidista ni electoralista, aunque sí hay un entendimiento político. Quedan por delante bastante más de dos años para que los ahora firmantes coincidan en una candidatura única, que sería lo ideal. Ahora hay que ganarle al MAS y vencerlo claramente porque nunca se sabe cómo pueda reaccionar el Órgano Electoral. Esta vez no se puede fallar y sería imperdonable una dispersión del voto contrario a la autocracia reinante.
A lo largo de la gestión que se produjo como resultado de los comicios del 2009, cuando se vislumbraba la trampa a la primera de las “disposiciones transitorias” de la Constitución, debió cundir la alerta en las fuerzas opositoras, porque ya existía una señal de inequívoca mala fe conjurando para que S.E. se quedara en el poder por encima de lo dispuesto en ley. Aparecía el fantasma de la permanencia indefinida en el mando, peste de los populistas del Foro de San Pablo.
Para entonces cada candidato opositor corría por su cuenta y los resultados fueron nefastos en las elecciones del 2014, porque la lucha sin cuartel entre las dos principales fuerzas opositoras no sólo dio paso a un amplio triunfo del MAS, sino la inmensa desgracia de haberle permitido obtener los dos tercios en la Asamblea Nacional, con lo que la oposición hoy no tiene opción para influir a la hora de aprobar leyes y los ministros masistas reciben aplausos en las interpelaciones en vez de ser silbados.
Ha sido tan sorpresiva y acertada la declaración de los seis políticos de la oposición, que los masistas, incrédulos, no han tenido otra alternativa que lo que saben: insultar. Y el jueves en la mañana, fue el Vicepresidente quien utilizó malvadas ironías impropias de su investidura sobre algo que él intuye que no es broma, que le recuerda el 21-F.
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