[Cap. MSc. Melwin Boris Mendoza]

Siniestros viales, una enfermedad en Bolivia


Un estudio realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sobre las víctimas mortales de los siniestros de tránsito hasta la gestión 2013 reflejaba que nuestro país se encontraba en el tercer lugar después de Honduras y Venezuela con un 22,1% del total de las víctimas fallecidas en América Latina, por los datos recabados y la cantidad de hechos suscitados la figura no ha cambiado en el último quinquenio. Si equiparamos a los siniestros viales con una enfermedad y a nuestro país con un paciente enfermo, evidenciaremos que a lo largo de la historia boliviana se ha ido aplicando distintos tratamientos paliativos que solo atenúan la enfermedad. Incluso se ha importado algunas recetas de otros países, sin resultados efectivos sobre esta enfermedad.

Sabemos que se hace lo que se puede con lo que se tiene, pero lamentablemente este mal persiste, enraizándose cada día más y más. Así lo demuestran los hechos ocurridos durante los últimos días (colisiones, choques, embarrancamientos, sumersiones, incendios y otros). Sin embargo, podríamos decir que el paciente está en tratamiento con la aplicación de controles de velocidad, controles con alcotest, reparación de algunas arterias y vías de circulación, sanción para los transgresores, etc., que desafortunadamente, según el criterio de muchos profesionales, no son la receta ni el tratamiento adecuados para tratar esta enfermedad que puede ser considerada como crónica, sistémica y compleja.

Entonces ¿cuál es el tratamiento adecuado? No se trata de importar modelos o paradigmas de otros países, ya que por nuestra cultura, idiosincrasia y las características de nuestra infraestructura vial lo más probable es que no sean aplicables en nuestro medio, por lo que la identificación de medidas apropiadas para tratar este mal que nos aqueja debe partir del análisis de nuestro entorno.

Por lo tanto, mejorar la seguridad vial es algo que no solo depende del factor humano, ya que las infraestructuras, el desplazamiento de otros vehículos y peatones también influye, pero, sin duda, con actitudes seguras podemos aportar nuestro granito de arena, ya que más del 85% de los casos tiene como causa a negligencia, imprudencia e inobservancia de normas, es decir que con una serie de actitudes que debemos convertir en hábitos y costumbre, estaremos evitando siniestros desagradables e irreparables. A continuación, con base en conocimientos y experiencias vividas me permito sugerir algunas medidas:

1. Circular con una velocidad adecuada y no sobrepasar los límites máximos de velocidad establecidos en el Código de Tránsito y su Reglamento, le permitirá estar preparado para reaccionar ante cualquier evento imprevisto.

2. Si utiliza como transporte la motocicleta o una bicicleta, el uso del casco es imprescindible y aunque en ocasiones nos puede resultar molesto, es nuestro ángel de la guarda ante una caída o un golpe.

3. Ya sea como conductor o pasajero, utilice siempre el cinturón de seguridad y para los niños menores de cuatro años adquiera y utilice los sistemas de retención infantil (sillas para niños). El uso de estos dispositivos de seguridad disminuye la gravedad de las lesiones que se producen en un hecho de tránsito.

4. No conduzca bajo efecto de bebidas alcohólicas o de sustancias controladas. Esta acción, además de ser ilegal, pone en riesgo su vida, su seguridad y la del resto de las personas. Si toma algún medicamento, antes de conducir debe consultar al médico sobre posibles efectos adversos.

5. Si siente cansancio, fatiga o estrés, descanse hasta que se sienta mejor y luego continúe su recorrido. Es cierto que perderá un lapso de tiempo valioso, pero no perderá su vida, no tendrá problemas judiciales y, sobre todo, evitará el llanto y sufrimiento de otras familias.

Siguiendo estos consejos, estaremos contribuyendo a que nuestras vías sean lugares de circulación segura.

“Si no eres parte de la solución, eres parte del problema, ¡actúa!” (Lenin).

borismen55@gmail.com

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