Ha causado dolor y extrañeza en la mayoría de la población mundial el hecho de que el gobierno de Siria, presidido por un tirano extremista, haya decidido usar químicos para “matar a supuestos enemigos” contrarios al régimen; un crimen genocida que ha causado la muerte de decenas de personas y condenado a muchas a sufrir enfermedades de casi imposible curación.
La guerra desatada en el territorio sirio por el gobierno de quien se cree dueño del país contra una oposición que ha buscado siempre el reinado de las libertades y la paz entre los habitantes del país, ha dado lugar a que países que apoyan a ese régimen expresen solidaridad con él, mostrándose indiferentes ante la muerte -por consecuencia de una guerra química- de sirios que estaban enfrascados en una guerra con el régimen que consideran de oprobio y contrario a los derechos del pueblo.
Los países confrontados a favor o en contra de la guerra en Siria se adjudican triunfos que en realidad son pérdidas para todos, porque el mundo ha comprobado que ningún enfrentamiento, ninguna guerra, ninguna acción contraria a los derechos humanos puede ser victoriosa porque todos pierden no solamente vidas sino causan heridas, pérdidas económicas, empobrecimiento de producción y tierra, destrucción de obras de bien común y, lo más detestable, incremento de posiciones radicales de odio, rencor e inclinación por la práctica del “ojo por ojo”, hecho misión por quienes buscan inferir los mismos males a quienes se los hayan causado.
Muerte, hambre, enfermedades, heridas de toda laya y posiciones cada vez más radicales producen los desacuerdos y enfrentamientos entre hijos de una misma Patria que ya nadie considera en medio del caos que se desata y la presencia de muertos y heridos. Quienes gobiernan Siria sólo buscan la satisfacción de su soberbia, de sus intereses mezquinos y ansias de sangre y destrucción de un país que siempre ha merecido vivir en paz, armonía y desarrollo permanentes.
La ciencia creadora de bienes a favor de la humanidad es también aliada del derramamiento de sangre, de ver y causar la muerte de quienes consideran apropiados para experimentos y que solo están creados para destruir lo más perfecto que ha creado Dios, como es el hombre, porque son niños, mujeres y población civil sin distinción alguna los que son ofrecidos en el holocausto que es la guerra y mucho más en algo que se produce entre hermanos y donde se mata y destruye sin consideración alguna.
Los países productores de armas y proveedores indiscriminados a quienes dedican vida y esfuerzos a las matanzas, tendrán que convenir en que no pueden seguir en una industria de muerte que solo busca la aniquilación del hombre por manos del mismo hombre, dando lugar a que se llegue a los peores extremos teñidos de sangre, causantes de muerte y portadores de destrucción.
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