La credencial más importante que exhiben algunos dirigentes con aspiraciones políticas es afirmar que no saben nada; que no estudiaron ni la instrucción primaria porque tuvieron que trabajar desde niños; que nacieron en el campo o en las minas y que convivieron con la pobreza de sus progenitores; que sus padres fueron indígenas humillados y explotados y que por tanto la sociedad burguesa está en deuda con ellos y la forma de resarcirlos es cediéndoles el poder como legítima compensación.
Ese dudoso mérito es el que muestran muchos políticos actuales que no pasaron por la escuela pero, a cambio, se incrustaron en los sindicatos. Hábiles en la maniobra, zalameros con el jefe, han ascendido hasta alcanzar liderazgos de enorme importancia, como ministerios y curules parlamentarios. Sin haber pisado las aulas escolares han aparecido de golpe y porrazo en funciones de Gobierno o de legisladores, con lo que el resto de los bolivianos ya podemos imaginar por qué estamos como estamos.
Nadie duda que un altísimo y creciente porcentaje de la población de las ciudades proviene del campo y algunos de las minas, pero en el campo y en las minas existen escuelas, por deficientes o lejanas que sean. Sabemos de niños que transitan una hora diaria a pie para aprender a leer y escribir. Y que además de estudiar ayudan en el hogar trabajando en su tiempo libre. Las escuelas y universidades bolivianas están atestadas de alumnos que han llegado del campo y desde hace décadas son los médicos, abogados, ingenieros, que viven de su esfuerzo, que están integrados a la sociedad sin sentirse excluidos, y que pueden ser partidarios de quien les dé la gana o meros observadores de la situación nacional.
Así que en un país donde cunde la pobreza, como es Bolivia, ¿qué merito tiene decir ante la TV que uno es pobre? Y en una nación de matriz indígena, ¿cuál la novedad de afirmar ante los medios ser hijo de una señora de polleras? ¿Acaso no han abundado mandatarios en nuestra Historia que han procedido de hogares similares? Decir que S.E. es el primer indígena que ha gobernado Bolivia no es cierto, lo sabemos. Y en cuanto a ministros y parlamentarios campesinos u obreros, no son justamente los masistas los primeros en ejercer esas funciones, aunque ahora pululan en abundancia. Lo que sucede es que los méritos del estudio y del esfuerzo hoy no cuentan, están relegados, y más vale apelar al origen ciudadano pobre e indígena (aunque no lo sea) como credencial indiscutible.
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