Brasil en escorzo

La República Federativa de Brasil es el quinto país más grande del mundo con 8,5 millones de kilómetros cuadrados que ocupan el 47 por ciento de Suramérica. Tiene 202 millones de habitantes en 26 estados con 5.565 municipios. Es la sexta economía del mundo, miembro del BRIC que durante los últimos tres años ha ido de mal en peor y sin mayores muestras de mejorar ética, política y económicamente… ¡hasta ahora!

En abril de 2017 Reuters daba a conocer que, de acuerdo con el Banco Central y gracias a un repunte en la producción agrícola, industrial y de servicios, sobre todo por aumentos de las exportaciones de vehículos, la actividad económica de Brasil creció el primer trimestre de 2017 con un ritmo no registrado desde enero de 2010. El ministro de Finanzas, Henrique Meirelles, recientemente comentó que la economía crecería más este año. Entre tanto el presidente Michel Temer esperaba que un tercio de su gabinete renunciase al verse presuntamente implicado en investigaciones de corrupción, pero que su cometido de reformas económicas continuaba. Por otro lado los nueve miembros del Comité de Política Monetaria del Banco Central decidieron recientemente reducir la tasa de interés Selic en 100 puntos básicos, al 11,25 por ciento, el nivel más bajo de los últimos dos años, aunque se pide rebajas aún mayores si la inflación persiste y la recuperación se estanca.

Por otro lado muchas fábricas brasileñas en los últimos años han migrado al Paraguay, sobre todo a Ciudad del Este que ha dejado de ser un centro de contrabando para convertirse en receptora de empresas brasileñas. Esto porque la fuerza laboral paraguaya cuesta menos de la mitad que la brasileña, los sindicatos casi no existen y porque se permite repatriar ganancias sin cargo alguno. “Hecho en Paraguay” está de moda en Brasil.

En lo político la pugna entre izquierdas y derechas se ha desgastado dando paso al enfrentamiento entre lo viejo caduco y lo nuevo esperanzador que está habilitando nuevos políticos como el magnate Joao Doria, alcalde de Sao Paulo, animador a lo D. Trump del programa de TV El Aprendiz. Se trata de un candidato que pisa fuerte para las elecciones de 2018.

Por otro lado y desde los descubiertos malos manejos de Petrobras más las vicisitudes del Partido de los Trabajadores y su liderazgo corrupto que llegó a la Presidencia de la República que fue reemplazada, el desastre de la Copa del Mundo en la que Alemania humilló a Brasil, la difundida falta de aguas limpias para hacer las regatas de los Juegos Olímpicos, Odebrecht y sus tentáculos sin fronteras, Lava Jato y sus corruptelas, los escándalos de carne podrida nada menos que de exportación, más la reciente desatinada legislación que autoriza la destrucción de bosques a favor de campos de crianza de ganado… entre otras fechorías, van teniendo repercusión en la sociedad y sobre todo en el Poder Judicial que incluso tiene en la mira a cinco ex presidentes de la república y al presidente Temer… que goza de inmunidad judicial.

Es una bendición ética que los jueces federales de capa larga y hebilla grande, para ser jueces, tengan que pasar un examen que destaca la importancia de la Constitución y las leyes que en este momento, ante la mirada del mundo, están haciendo respetar en forma ejemplar en circunstancias legal y políticamente intrincadas porque el Congreso, las regiones, sus intereses y necesidades, también tiene cartas que jugar. Los jueces saben que el trigo limpio escasea por doquier.

Esos jueces están dando ejemplo a varios países iberoamericanos que todavía tienen el hábito de dominar y hasta domesticar al Poder Judicial que, para ser imparcial, todos sabemos que tiene que ser apolítico, independiente y respetado. La ley rige las relaciones humanas y no debería tener filiaciones políticas de ninguna clase o cariz. La gallardía ética lo exige y el político, e incluso el metido a político, debería saberlo y enaltecerlo ante propios y extraños.

El autor es Miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua.