Creadores de luz
Un emotivo homenaje al artista plástico Raúl Mariaca (1924-1997) se cumplió en la noche inaugural de la muestra retrospectiva de sus obras. Gran concurrencia de público entre artistas, intelectuales y familiares, dieron al acto características propias de una velada evocativa a su personalidad, ya transcurridos veinte años de su fallecimiento.
Mariaca ha sido el reflejo de una fuerza plástica creada en un ámbito de sencillez, al cual dio relevancia a través de los medios empleados en la creación de sus obras. Todo ello está testimoniado en los 25 cuadros expuestos en la sala de exposiciones de la Universidad Católica Boliviana, donde fluyen las ideas llevadas a crear cuadros de contenido encajado en el pensamiento difundido a través de sus pinceles.
Así observamos que sobre una brillosa superficie rectangular, cinco objetos separados configuran, con cierta sutil relación, color y textura: libro, lentes, pincel, tintero y una pieza de ajedrez; formas definidas en un vínculo proyector de sombras delicadas. El conjunto, no sólo es una estimulación plástica llevada hasta el lienzo, mensajero de ideas y voces, donde el volumen muestra una realidad y un ensueño particular.
Sabemos de la trayectoria artística del pintor paceño, los pasos dados bajo orientación de Juan Rimsa, los días compartidos con sus colegas y amigos; pero lo que no percibíamos, era lo selecto de un talento abierto a encontrar el espíritu de las cosas cercanas a nosotros, y no sólo el fin para lo que fueron creados. En tal sentido, Mariaca resalta en esta obra la equivalencia de cada una como fuente de inspiración, o como referencia al valor de las piezas. Cultura y procedimientos con firme mirada a través de dos cristales, dando paso a conceptos no ajenos a cánones de las artes plásticas y a la configuración del arte en su totalidad.
En el cuadro “Cacharros y pincel” prevalece el fondo de la obra, pues la habilidad de crear claroscuros, posibilita destacar los primeros planos, sin necesidad de fosforescencias propias de colores fuertes y susceptibles de ser recursos forzados, lo cual no existe en esta obra ni en otra llamada “Aromo”, donde se observa ese fondo negro que lleva a un plano importante la naturaleza muerta, pintada con mucha delicadeza y ajuste adecuado a coloraciones propias de un cesto con frutas, en contraste con la jarra y el mantel, componentes del espacio destinado sobre una mesa.
En la obra de Mariaca, los autorretratos tuvieron un lugar muy significativo y en tal sentido se puede apreciar que el rostro del artista no está trazado con el único ánimo de perpetuar su figura, en todo caso, encontramos que su mirada es tan sugerente, como una callada invitación a apreciar su obra, a penetrar en su pensamiento y a discernir acerca del valor que da a todo objeto, persona o frutos de la naturaleza; en fin, a todo aquello que puede despertar en un espíritu sensible.
También se menciona el sentido poético en sus obras. Ni duda cabe, vista la infinitud creativa en sus obras y, particularmente en “Nevado”. Si es evidente que la belleza natural de un nevado atrae a todos, no es igual la reacción que cada persona pueda tener ante la majestuosidad de una montaña emblanquecida de nieve. Lo bello está a la visión lanzada a ese espacio, pero la emoción y las reacciones son distintas, tal el caso de poetas, músicos y artistas plásticas, la recepción es otra porque tiene ritmo de un poema, armonía de una sinfonía y matices cromáticos, no observados por el hombre de costumbres habituales.
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