[Boris Santos Gómez]

Escenario complejo de energía


Para el gran público latinoamericano, una afirmación: resulta impensable una economía boliviana sin el gas que se exporta. Vale decir: el gas natural exportado a los dos únicos mercados: Brasil y Argentina, permite ingresos considerables a la economía boliviana.

Desde 2014, varios factores generaron la caída de ingresos bolivianos: la dependencia absoluta de dos mercados de exportación; la exportación de materia prima, sin haber privilegiado la agregación de valor; la ausencia de economías de escala con inversión privada en la cadena hidrocarburífera; la poca promoción de energías alternativas para generación de electricidad y “liberación” de mayores volúmenes de gas para otros propósitos; la ausencia de una regulación específica para hidrocarburos y, finalmente, la caída de precios del barril petróleo WTI. Todo ello dibujó un escenario complicado y de precarios equilibrios que ahora pasan factura.

Venezuela y Bolivia están consecuentemente transitando por escenarios complejos en materia de energía, conceptualmente hablando.

A ello hay que sumar que Bolivia no tiene una matriz económica diversificada: por ejemplo una industria o comercio sólidos; de allí que la mentalidad del rentismo persiste. Muchos estamentos estatales “viven” de la renta que genera la exportación de gas. Y ese modelo se reproduce en el nivel central, departamental y municipal.

Así como Venezuela es “adicta” a los ingresos por exportación de petróleo, Bolivia lo es del gas.

Al haber menos ingresos por venta de gas, lógicamente, hay menos obras públicas. Los principales afectados van a ser gobernaciones, municipios y el propio Estado central que va a tener que constreñir sus operaciones, va a tener que “ahorrar” o, mejor dicho, “dejar de gastar” en costos superfluos. Ya la época del barril de crudo a 110 USD pasó. Ahora está moviéndose en un tímido 50-54 USD/barril lo que genera, inclusive, que negocios relacionados con explotación de gas/petróleo vía “no-convencional” (fracking) vayan adelante, de manera que ello perjudica y perjudicará aún más la búsqueda de mercados para la materia prima boliviana (gas).

Sigue pendiente el incentivo de inversiones de escala que provengan del sector privado internacional para exploración y modernización de la cadena de hidrocarburos y proyectos de escala de generación eléctrica alternativa.

La “espalda” del Estado boliviano es muy pequeña para proyectos tan grandes. Hasta Arabia Saudita, el mayor productor de crudo del mundo, está diversificando su generación de ingresos: quieren generar proyectos alternativos de energía y dejar de ser “adictos” al crudo.

El 66% de las divisas que recibió Bolivia durante el 2016 (2.864 millones USD) provino de las exportaciones de gas, ello muestra el “tamaño” e “importancia” del gas en la economía boliviana, cayó 45%, a 1.503 millones USD (con datos de Banco Central periodo 2015-2016).

Entre los varios experimentos que estuvo haciendo Bolivia para “atraer” inversiones está la denominada “ley de incentivos”, que administra recursos del Fondo de Promoción a la Inversión en Exploración y Explotación de Hidrocarburos (Pieeh), con recursos del IDH (impuestos sobre hidrocarburos, que deben ser destinados a departamentos y municipios), de manera que los montos provenientes de las propias gobernaciones (gobiernos subnacionales) para actividad exploratoria no son ni remotamente suficientes. Cualquier estudiante de economía sabe que la industria exploratoria, de producción, de industrialización y de transporte de hidrocarburos requiere capitales intensivos, grandes volúmenes de capital y que sólo se pueden apalancar de corporaciones, de bancos o de estados poderosos como Estados Unidos, Emiratos, Qatar o Arabia.

En el momento se tiene incumplida la Ley de Desarrollo Sostenible, que fija que las reservas de gas y petróleo bolivianas deben ser certificadas anualmente. La última certificación data de diciembre de 2013 con un volumen de reservas probadas de 10.4 TCF (trillón de pies cúbicos). En 2009 se certificó entonces las reservas probadas con un volumen de 9.9 TCF.

En el último congreso de Gas y Petróleo realizado en Santa Cruz de la Sierra, Jorge Ciacciarelli, secretario Ejecutivo de la Asociación Regional de Empresas del sector Petróleo, Gas y Biocombustibles en Latinoamérica y el Caribe (Arpel), recomendó al Gobierno abrir la inversión privada. Similar opinión fue formulada por el ex ministro Mauricio Medinacelli y por todos los bolivianos que sabemos que la actividad de hidrocarburos es altamente demandante de dinero.

Esos esfuerzos para atraer capitales privados demandaron hacer también seminarios y road shows explicativos en Nueva York para mostrar a Bolivia (como comentó ampliamente el ex ministro de Hidrocarburos Carlos Pacheco Miranda), sin embargo parece que tales esfuerzos, a la fecha, no han rendido fruto palpable y traducido en montos de inversión privada considerables a ser invertidos en el país.

Ya dijimos que la Ley de Incentivos pretende que gobernaciones, municipios y universidades sean “capitalistas” o “inversionistas” obligatorios de una actividad que es altamente riesgosa y con resultados que nadie puede prever.

Urge que capitales privados vengan a Bolivia, en el marco de incentivos y nuevas leyes sectoriales.

Otro tema descuidado por la dirigencia boliviana: En Bolivia debió haberse mantenido un superministerio de Energía e Hidrocarburos para que tenga tuición sobre el área de gas, petróleo, electricidad y nuevas energías. Hasta Arabia Saudita, reitero, el mayor productor de petróleo del mundo, entendió que la matriz mundial está girando definitivamente a la generación de energía vía alternativas, por ello cambiaron el nombre de su Ministerio de Petróleo, mediante decreto emitido por el rey Salman. El Ministerio del Petróleo pasó a llamarse ahora Ministerio de Energía, Industria y Recursos Minerales, de manera que se trata la “cuestión” de la energía “como un todo”, sin ser seccionada en dos ministerios, como ocurre en Bolivia.

Hace falta caminar mucho -en la sociedad boliviana- para establecer, dialogar y entender nuevos paradigmas como la eficiencia energética.

El tema no está, de momento, adecuadamente abordado. La eficiencia energética es ya una realidad que debe ser ejecutada cuanto antes en nuestra sociedad. En Europa es una práctica ampliamente difundida y en plena ejecución.

Bolivia y Venezuela, con sus reservas y negocios de exportación de gas y petróleo y con mentalidades aún rentistas y de alto consumo interno de energía (electricidad, gas, combustibles fósiles), están llamadas a generar políticas de eficiencia energética con más ahínco que otros países no exportadores de recursos naturales.

@BorisSGomezU

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