Clepsidra
Quién hubiese pensado, que después de 18 años de ese fatídico 2 de febrero de 1999, cuando Hugo Chávez Frías juró “sobre una Constitución moribunda” ante Dios, ante la patria y ante el pueblo venezolano, hacer cumplir e impulsar las transformaciones democráticas necesarias para que la República nueva tenga una Carta Magna adecuada a los tiempos”, esa impertinente promesa se materialice en la entrega de Venezuela y todas sus riquezas, a la más siniestra y voraz dictadura castrocomunista que, aun a costa de matar a la gallina de los huevos de oro y agotar la fuente de su propia subsistencia, convirtió al país más rico de América, en una nación miserable y a Pdvsa, una de las más serias y grandes empresas petroleras del mundo, en una bolsa de dólares sin fondo.
No contentos con la ejecución de semejante latrocinio, los infames procedieron a la desinstitucionalización total del aparato estatal, la eliminación gradual de los derechos humanos, con centenares de presos políticos en sus cárceles, la supresión de la libertad de prensa; de las agremiaciones sindicales; de los partidos políticos; de las universidades y el obsceno manejo del poder judicial, hasta llevarlo al absurdo trance de sustituir a la Asamblea Nacional.
Finalmente, ni las Fuerzas Armadas estuvieron libres de este perverso contubernio, cada guarnición cuenta con un comisario que fiscaliza hasta el mínimo movimiento de sus efectivos, y los mandos superiores fueron íntegramente complicados con el tráfico de drogas, mediante una mafia denominada “el Cártel de los Soles” con fuerte y estrecha complicidad con las FARC de Colombia.
Aún resuenan en nuestra memoria las primeras palabras del sacrílego perjuro, cuando en su primer discurso expresaba: “Hoy, 2 de febrero de 1999 ¡llegó la hora del pueblo de Venezuela! Hoy 2 de febrero de 1999 llegó la hora de la resurrección de la Patria de Simón Bolívar. Celebramos el nacimiento de la Venezuela libre, de la Venezuela bolivariana que hemos soñado”. “Yo prefiero la muerte antes que la traición; así lo declaro ante el mundo y lo declaro ante Venezuela: no hay marcha atrás en la revolución política que tenemos que impulsar y que claman las calles del pueblo de toda esta tierra de Bolívar”. Toda una letanía de imposturas, a sabiendas de que esa patria, esa misma patria de Bolívar, ya estaba pignorada a la gerontocracia comunistoide cubana.
Hoy el pueblo ha tomado las calles, aun a costa de sus propias vidas. Ha dicho ¡Basta! Basta a tanto abuso y rapiña. En la vera de enfrente sólo se puede distinguir a los sátrapas, que con terror cuentan las horas que les queda de poder y, ante su inminente caída, se exprimen los sesos queriendo encontrar alguna salida de escape que haya quedado abierta en los recovecos del ALBA.
Finalmente, parafraseando esa máxima pronunciada por Víctor Paz Estenssoro: “Bolivia se nos muere”, en su célebre discurso del 29 de agosto de 1985, al referirse a la dramática situación económica, social y política por la que atravesaba Bolivia, hoy la aplicamos a la noble patria de Bolívar, que yace al borde de exhalar sus últimos suspiros, como un Réquiem por Venezuela.
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