En estos tiempos de malas noticias y desarrollos deprimentes, quiero llamar la atención sobre un libro que resulta una expresión de optimismo y amor: En la cumbre (La Paz: Editorial 3600, 2015), de Diego Ayo Saucedo. La obra toma cuerpo real porque el autor se imaginó un desenlace para el año 2021, cuyos antecedentes llegan hasta el inicio de los movimientos sociales e indígenas. Por otra parte, la novela describe la gran necesidad de auténtico cambio en la historia contemporánea de Bolivia. El texto es crítico porque a través de sus personajes investiga si realmente se ha materializado este gran proceso que alardea de cambio. Ayo inventa nombres, pero podemos deducir quiénes son los personajes reales.
El eje denominador común de la obra de principio a fin se construye a través de sus dos personajes principales, apasionados cada uno a su manera: Lucía y Daniel. El amor constituye la transversal romántica de redención. El amor todo lo puede. El amor está más allá de la política, de los prejuicios, de las construcciones de género, de la raza, de los estamentos sociales y de los regionalismos. La mirada del autor es muy amplia, abarca de manera integral los diferentes aspectos de la vida humana. Por ello esta obra, aunque tenga como hilo conductor el amor, no deja de lado la reflexión ética de sus personajes sobre temas políticos. Es más: la obra nos muestra que el amor es la base de todo, hasta en la generación de crítica. El crítico es el apasionado intensamente por la humanidad y por la vida. El personaje que vence es aquel que ama apasionadamente. En un desenlace inesperado es este personaje el que sobrevive y se impone a la vida, a un instante de la muerte y en la proyección de las generaciones futuras. A pesar de que todo sale mal, la redención del amor nos permite la esperanza. Esta mirada optimista nos permite reflexionar sobre los distintos ámbitos que parecen los mismos problemas eternos de siempre. Entonces podemos deducir que no nos encontramos en la inercia social. Por ello el autor nos presenta este grito creativo, mordaz e indagador de las propias subjetividades bolivianas denunciando una estratificación inamovible. Daniel, el personaje principal y sobreviviente, representa el sentido del amor, la esperanza, el futuro y el conocimiento como bases fundamentales para el ámbito personal-privado y también para la esfera comunitaria o pública. Es el rescate del individuo ante el avasallamiento de los intereses particulares encubiertos mediante la máscara colectiva del interés nacional.
El saber, el conocimiento y la posición ética en la novela no es un iluminismo inspirado y súbito, sino un recorrer que transita diferentes aspectos de la vida misma, pero abordando aspectos de la toma de conciencia para llegar a la autoconciencia. A través de Daniel podemos ver su toma de conciencia en el significado y el sentido del ser boliviano. Este texto literario es una denuncia del orden estamental social boliviano que en pleno Siglo XXI aún no ha sido superado: una mirada que prejuzga lo bueno y malo, lo aceptable, lo bonito y lo feo, mirada basada en la pigmentocracia tradicional. Ante este orden inamovible, Ayo construye a su personaje como el triunfo de lo boliviano a través de la estética de los Andes. Somos lo que somos reivindicando lo cobrizo como superación del gran acomplejamiento pigmentocrático de nuestra sociedad. Nuestros genes indios gritan a pesar de la blanquitud de nuestra piel. Quien quiera huir de este país por la vergüenza de vivir entre indios, en el exterior siempre será un ciudadano de segunda. No hay duda de que la novela de Ayo transmite el amor por la patria, el amor por los Andes y el amor por lo que somos.
Daniel y Lucía, los personajes principales de la novela, son dos “niños bien”, de buenos colegios y con preparación académica y otros factores para ser los poseedores del saber y para convertirse en los revolucionarios del cambio. Lucía explicita el problema de la mujer en torno a la reproducción. Hoy, que se han ampliado las normas para la despenalización del aborto, éste sigue siendo un tema actual para el desarrollo personal y para la decisión individual de las mujeres frente a su evolución intelectual, política y profesional. Existe la otra posibilidad: convertirse en madre sacrificada, una imposición para el cumplimiento del rol de género. Obligadas a reproducirse como un deber social, las propias mujeres valoran poco las decisiones individuales. Ayo se inclina por la victoria romántica del amor: la reproducción por amor, más allá de los roles de género.
Otro de los ejes interesantes de la novela expresa la ineficiencia de la administración pública. Con la reiteración del cambio -que no cambia nada- es donde emerge la mayor visibilización del fracaso. La novela resulta una excelente propuesta para evaluar y cuestionar el presente, no sólo en el plano de la política, sino también en el conjunto de la sociedad boliviana del Siglo XXI. Los diversos problemas aún no se han resuelto, así que esta obra promueve una ética de la responsabilidad, incitándonos a que logremos atravesar el espacio desde la conciencia habitual hasta la autoconciencia crítica, como diría Hegel.
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