Juan Carlos del Olmo
El Informe Planeta Vivo 2016, presentado recientemente por WWF, confirma la senda insostenible y ciega por la que camina la humanidad. El análisis revela que, para satisfacer sus necesidades actuales, la humanidad está consumiendo una cantidad de recursos naturales equivalente a 1,6 planetas y que, de seguir así, necesitaremos 2,5 para 2050.
Nuestra huella sobre la naturaleza es tan grande y profunda que podemos afirmar que estamos entrando en el Antropoceno, una nueva época geológica marcada por las grandes transformaciones sobre el medio ambiente y cuyos impactos son visibles en una sola generación.
El cambio climático es una de las evidencias de esa alteración y, dada su magnitud y urgencia, es necesario abordarlo con la colaboración de todos, desde las instituciones, pasando por los sectores productivos, hasta las organizaciones sociales.
Es urgente revolucionar el sector energético hacia un modelo energético más limpio, sostenible y justo, y terminar de una vez por todas con las subvenciones a los combustibles contaminantes. Para acelerar el cambio, se requiere un compromiso político a largo plazo hacia un sistema 100% renovable y libre de emisiones para el año 2050 y es imprescindible impulsar tanto a escala municipal como nacional el aprovechamiento de las energías limpias descentralizadas para que los ciudadanos podamos producir y consumir nuestra propia energía.
Como se ha puesto de manifiesto en la conferencia Hábitat III de la ONU, celebrada en Quito, es imprescindible desarrollar una planificación urbana, incluida la edificación, con criterios de eficiencia energética y que disminuya las necesidades de transporte. Además, necesitamos potenciar la rehabilitación energética de lo ya construido, mejorar de forma constante el transporte público y aumentar el uso del ferrocarril para el traslado de mercancías y personas, así como fomentar su electrificación.
Es clave reducir, reutilizar y reciclar los residuos para minimizar el consumo energético que conllevan y potenciar el desarrollo de materiales más duraderos a la vez que se combate de forma activa el despilfarro de recursos.
Por último, debemos modificar nuestra dieta a una saludable para nosotros y para el planeta, acabando con el desperdicio de alimentos y usando criterios de sostenibilidad, con una apuesta decidida por la reducción drástica del consumo de carne.
Es cierto que tenemos cada vez menos tiempo para reaccionar, pero también lo es que no estamos condenados a un cambio climático catastrófico y que podemos evitarlo rectificando el rumbo, pasando de un modelo de desarrollo depredador e impulsado por combustibles fósiles a otro eficiente, renovable y justo. Dependerá de nuestra capacidad de sumar y de mantener activa y movilizada a la sociedad.
El autor es Secretario general de WWF España.
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