A medida que avanzamos en la era del internet de las cosas, es mayor el número de dispositivos con conexión a la red, información privilegiada y en muchos casos ya evaluados, lo que genera un valor agregado que se constituye como un elemento diferenciador en los productos y servicios que adquirimos.
Steve Jobs aplicó en los productos de Apple dos tendencias tecnológicas: la integración de funciones (video, fotografía, teléfono, navegación y otros), y la conectividad entre los aparatos. Jobs era más un diseñador que un programador, y entendió que la ventaja comparativa en el siglo XXI se encontraría en brindar una experiencia diferente al usuario.
Este elemento es y seguirá siendo uno de los principales conductores para la actividad económica, toda vez que no existe actividad humana que no esté relacionada con el diseño.
El Colegio Nacional de Arquitectos de Estados Unidos lanzó en 2014 el programa Diseñando para la Salud, que a partir de colaboraciones con instituciones públicas y privadas del sector salud, busca cambiar la manera como se desarrollan proyectos arquitectónicos, para que éstos mejoren la salud física y mental de las personas.
Esta tendencia también está presente en China. Ante la crisis ambiental, el año pasado se llevó a cabo el foro Diseño y Salud, donde expertos se dieron a la tarea de integrar técnicas y metodologías de la salutogénesis en una nueva planeación tanto urbanística como de salud pública aprovechando la base científica y tecnológica que existe en esta nación para mejorar la salud de la población. Ante esto, el ámbito educativo está reaccionando.
En universidades, principalmente en Estados Unidos y con algunos ejemplos en México, están cambiando los programas de estudio enfocados al diseño. Quedan atrás especialidades que acotan el área de trabajo como “diseñador gráfico” o “diseñador industrial”, y se avanza a un enfoque multidisciplinario; integrar el conocimiento para que el nuevo diseñador tenga una construcción mental aplicada a resolver problemas de la manera más sencilla posible.
Hoy, la gran tendencia es la simplicidad. El usuario promedio no tiene tiempo para perderse entre búsquedas rápidas o para pensar mucho sobre un eslogan o logo; hoy, más que nunca, “menos es más”.
Para su labor, el diseñador del futuro tendrá en la realidad aumentada su principal herramienta. Este concepto implica añadir una dimensión virtual a nuestra realidad de tres dimensiones.
Esta revolución en las empresas tiene como meta atender lo que identifican como el principal elemento diferenciador en la actualidad: crear una cultura e identidad propia no sólo dentro de la empresa, sino desde las empresas hacia sus mercados.
Un gran reto que tendrán los nuevos diseñadores será encontrar el balance entre diseño a la medida y en masa. La tendencia en contenidos y productos avanza hacia lo personalizado y adaptable. El desafío será desarrollar productos suficientemente personalizables para, sin ser generados en masa, cada usuario pueda sentir que cuenta con un producto o servicio adaptado a sus necesidades.
El diseño ha dejado de ser una parte en el proceso de producción o servicios, para ser ahora una actividad íntegra que genera valor agregado a las organizaciones y empresas.
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