Creadores de luz
El Círculo de la Unión cedió sus salas a Gloria Kawaguchi en la apertura de una sorpresiva muestra plástica, en la cual la hoja de coca se constituye en materia prima para el logro de una serie de pinturas al óleo, obtenidas con una inusual mirada, propia de artistas de sensibilidad altamente refinada.
La llamativa muestra puso a un lado la infusión de coca. Llevó a un extremo las características conocidas en el campo de cultivo. Puso en discusión el tamaño y la forma lanceolada conocida por todos, todo ello, con el objeto de convertir a la hoja sagrada en materia adecuada a las exigencias del arte plástico.
Por lo dicho, en la exposición pictórica todo aquello quedó al margen de teorías, historia y a calificativos como “la diosa blanca”, pues la impresión recogida de cada uno de los cuadros en exposición, originó el asombro de muchas personas constituyéndose, este vegetal, en material empleado en un quehacer tan delicado como es la pintura artística.
La primera reacción fue constatar la habilidad en las manos guidas por la inteligencia, sin otro propósito que el de hacer visible un paisaje coloreado con matices no chocantes con el verdor de la hoja. Por otra parte, en el recorrido realizado, hallamos algo inesperado: una imagen muy pequeña entregada al rescate de la caída del agua en una cascada que no pierde el entorno, esto es, el lugar cubierto de flores, piedras, tierra y todo lo que pueda concentrarse en un determinado sitio. Esa es una de las figuras observadas muy particularmente -de un total de 25 obras entregadas al “Paisaje Fantástico”, nombre genérico de la exposición- por los detalles encerrados en este cuadro de 43 x 33 cm.
Sin duda que fue el amor a la naturaleza, el punto de partida de Gloria Kawaguchi, lo que dio lugar a iniciar esta serie pictórica. No todos sienten en el alma lo que tenemos al frente: una selva, un bosque, un jardín. Arroyos, arboledas, sendas floridas, precipitaciones fluviales y, en fin, encanto hecho paisaje sublime en horas del alba, naciente día lleno de esperanza. Iluminación vertical en medio día. Ocaso, penumbra y sombras. Cielos distintos, unos centellantes de estrellas, otros refulgentes de fuego solar. Poética visión en la resplandeciente noche lunar en medio de horizontes de atractivo singular; todo, fuente inagotable reconocida como “estro armónico”, transformado en arte plástico.
Otra pintura ciertamente admirada fue la llamada “Noche azul”, en la cual se observa la delicadeza en los trazos y el equilibrio en los matices. Al igual que casi la totalidad de los cuadros, tiene la dimensión adecuada para encerrar en el marco a la hoja de coca, razón más que suficiente para calcular tiempo y entrega a la creación de cada una de las imágenes expuestas.
Las características de la hoja de coca estudiadas en botánica, le asignan un contorno triangular en el cual se encierran las nervaduras, las cuales dan impresión de mediar en las pinceladas pictóricas. Lo curioso es que, en este caso, no son las flores las inspiradoras de lo artístico, quizá por demasiado pequeñas y dotadas de variados colores: blanco, amarillo y castaño. Hago una especial referencia de esta hierba, porque le da mayor trascendencia a los óleos de Kawaguchi al considerar la delicadeza para pintar, con tanta exactitud, parajes de ensueño conocidos en viajes, como a través de fotografías; nunca desde los alcances del arte, porque considero a esta exposición ser la primera vez que contemplo una serie pintada sobre una pequeña hoja de coca, lo cual permite evaluar los alcances artísticos y técnicos de la plástica.
Quedarán como referencia de sus mejores aciertos en esta exhibición, las obras ya mencionadas y otras que lleva esta denominación: Atardecer dorado, Arroyo escondido, Árboles brillantes de otoño, Niebla púrpura, Cielo en el valle, Arroyuelo y Bosque brumoso. Por cierto que esta selección es muy personal, en vista de la cantidad de pinturas en exhibición y el gusto particular de las personas asomadas a la apertura a un despliegue artístico que aún está abierto en el Círculo de la Unión.
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