Clepsidra
Esa inclinación que poseen algunos gobiernos de conceder empleos a familiares, o a gente muy próxima al círculo familiar, fue una de las prácticas más criticadas por el actual proceso de cambio, y uno de sus principales caballos de batalla en contra de los regímenes neoliberales, como lo solían ejemplificar con la relación que existía entre el expresidente Sánchez de Lozada y su hermano, Contralor de la República, de ahí que las últimas declaraciones del actual mandatario nos despiertan no muy poca extrañeza cuando, tratando de justificar que allegados de sus ministros ocupen cargos en diferentes dependencias del Estado afirma: “No creo que sea delito o pecado que nuestros familiares trabajen”.
Dicha práctica viciosa de contratación familiar en cargos de la Administración Pública, conocida como nepotismo, debe su nombre al término italiano “nepote” que significa sobrino, y eran técnicas usadas por algunos Papas y obispos que, con el fin de continuar una dinastía papal, elevaban al rango cardenalicio a sus sobrinos o hijos naturales, como fue el caso del Papa Calixto III, de la familia Borja, que tornó en cardenal a su sobrino Rodrigo y así llegó éste a ser el Papa Alejandro VI.
No es extraña la influencia que el poder ejerce sobre los autócratas, especialmente cuando a éstos los invade la tentación de perennizarse en él, convirtiéndose en un embrujo que los conduce al extremo de acomodar a su parentela en cargos que se remonten, si es posible, hasta sus próximas generaciones, al igual que una monarquía.
Entre los bolivianos en general, más allá de nuestras diferencias políticas, la corrupción y el compadrerío se han establecido como un tema de conversación habitual desde que se creó la república, no en vano el propio Libertador Bolívar, en su condición de Presidente del Perú, un año y medio antes de nuestra fundación, decretó la pena de muerte para los funcionarios corruptos, con el añadido de que esa ruda norma incluya a jueces que “no procedieren conforme” a lo que ella dictaba.
Si bien es cierto que esta pandemia es de vieja data, no es menos cierto que ella se ha extendido a muchos países de la región y del planeta, hasta con visos de escándalo, como es el caso de los EEUU, donde el actual presidente Trump, aseguró para su familia varias pegas en la administración estatal. Un craso error que por más que provenga del propio emperador, sería absurdo justificarlo o tolerarlo, bajo la falacia de que: “mal de muchos, remedio de tontos”. Como tampoco desearíamos pensar que ese machacón trato de “hermanas y hermanos” o el letrerito que reza: “todos somos iguales ante la Ley” sirvan para proteger la pega del pariente o del amigote, sin importar el mérito que éstos tengan para ocupar el cargo, sino su lealtad o alianza.
Al justificar que familiares de sus ministros estén trabajando en instituciones públicas, el Presidente está dando vía libre a que cualquier dirigente con afinidad al MAS pueda llenar las instituciones públicas con sus familiares, lo cual comportaría el riesgo de incurrir irremisiblemente en nepotismos inmorales.
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