La mujer periodista

Con un estricto sentido de justicia y al llegar la obligada celebración del Día del Periodista, tengo que reconocer con sinceridad que es la mujer periodista quien debería recibir el mayor de los homenajes, porque tal oficio es inherente al género femenino con mayor propiedad que a los varones que invadimos los gajes de este quehacer estando menos dotados que la mujer, en quien su innata curiosidad la lleva a averiguar lo que sucede en el hogar y sus alrededores con mayor naturalidad.

Estas consideraciones anteriores resultan más claras en el caso de mi corresponsal en el Palacio Real de la plaza Murillo, pues su innata vocación se realiza con mayor espontaneidad, lo cual resultaría más forzado si yo, que soy “varón masculino”, tuviera que cumplir esas funciones, sonriendo todos los días al Presidente Vitalicio y a sus colaboradores.

La mujer es curiosa por naturaleza y esa virtud la ejerce desde el paraíso terrenal, donde Eva tentó a Adán para conocer el fruto del árbol del Bien y del Mal. En tiempos actuales su curiosidad es proverbial, pues en todo momento y lugar está tratando de descubrir el meollo de las cosas y la razón de los acontecimientos.

También debo destacar la pasión con que la mujer descubre cada instante lo que va a suceder y según le dicta su intuición, mientras nosotros nos enteramos de las cosas cuando ya se produjeron, unas veces sin remedio y otras con él. Mostrando una gran dosis de honestidad, verdad y buen raciocinio, lo cual no siempre sucede en el género masculino.

Es por ello que por decisión propia, hoy rindo homenaje a la periodista, reconociendo mayores virtudes que su competidor, el periodista que presume de tal, sin destacar las cualidades superiores que posee nuestra compañera de actividad.

De esta manera la cholita cochabambina nacida en Quillacollo recibió mis parabienes en el Día del Periodista, aunque mostrando su grandeza de alma reconoció que por ser titular de esta columna, ella seguirá sosteniendo que es mi discípula y que yo le enseñé a decir siempre la verdad, aunque por ello fuera perseguida o calumniada de ser la “quinta columnista” introducida en el corazón mismo del poder gubernamental.

Dicho todo eso, ella emocionada me abrazó y yo aproveché para apechugarla con el afecto que se siente entre colegas que diariamente comparten este oficio tan bello, calificado por Gabriel García Márquez como el mejor oficio del mundo.

¡Felicidades, periodistas!