El nevado Illimani, que es la mayor reliquia natural que tiene La Paz, puede ser afectado seriamente, si acaso no provocar su ruina y desaparición, debido a la intensiva explotación minera que se realiza en sus faldas.
Al presente está ya amenazado por los efectos del cambio climático, pues muchos días está cubierto de niebla y cuando se lo ve en su plenitud, se observa con angustia que está perdiendo parte de su nieve, en el sector izquierdo, si se mira desde la ciudad.
Pese a que en buena parte del territorio nacional se realiza explotaciones mineras, lo extraño es que Bolivia sigue siendo tan pobre como lo es desde su nacimiento.
Sería muy justo que si se realiza explotaciones mineras en lugares que deben ser conservados, se tome las previsiones necesarias para evitar que sean dañados. Pero si resultan inevitables, lo mejor será suspender toda actividad que conspire contra la permanencia de las reliquias naturales que tiene el país.
En las faldas del Illimani existen actualmente al menos 40 concesiones, pero los comunarios de Palca afirman que existen aproximadamente otras 10, con lo que en total ascenderían a 50.
Semejante cantidad de explotaciones indefectiblemente va a resentir la estabilidad del Illimani, no será de inmediato, pero de continuar esas operaciones sin duda que pondrán en riesgo la estabilidad y la propia permanencia del precioso nevado, que es como el padre tutelar de la ciudad de La Paz.
En definitiva, antes de entrar en pleitos y discusiones, lo mejor será que el Ministerio de Minería adopte la medida necesaria y si es necesario que elabore el proyecto y le dé el trámite necesario para que el Gobierno dicte el respectivo decreto supremo.
En este documento se debe empezar por prohibir toda explotación en la base del Illimani y las operaciones que al presente se estén realizando sean suspendidas en un plazo no mayor a un año.
Es inadmisible para el interés general que se atente contra bienes naturales. Todos los habitantes de La Paz, en este caso, están obligados imperativamente a impedir que se cometan. En definitiva, se trata de la mayor joya o tesoro que tiene la ciudad como atractivo turístico.
Pero los paceños tienen que ir más allá de ver la parte material del tema, los de hoy y mañana, como lo estuvieron los del pasado, están comprometidos a precautelar el don que nos dio la naturaleza, o nos legó la divina providencia, porque en última instancia se puede hacer la reflexión que corresponde.
Esto es conservar el Illimani, sin que sufra menoscabo alguno. Así lo hicieron nuestros antepasados, los vivientes de hoy están obligados a hacerlo de igual manera, como seguramente lo van a hacer las generaciones del futuro.
La indiferencia no puede imponerse en este caso de trascendental importancia. El nevado que tutela a La Paz tiene que ser protegido a toda costa, sin importar intereses materiales u otros.
Nadie, absolutamente nadie, sea al título que quiera hacerlo, puede violar el mayor patrimonio natural que poseen todos sus habitantes, sean naturales del lugar o no. Igual derecho y obligación les impone el defender las bellezas de la naturaleza de la ciudad.
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