Desde siempre y en todas las gestiones de gobierno, el departamento de Potosí ha sido postergado en cuanto a la urgencia de atender sus necesidades de infraestructura, de encontrar medios industriales para que el mineral que saca de sus entrañas sea industrializado y que ese capital agregado lo beneficie; se ha insistido en la urgencia de que los manantiales del Silala sean utilizados con obras que permitan, por ejemplo, el embotellamiento de esas aguas, la construcción de espacios para la crianza de truchas, la construcción siquiera de un hotel, la utilización de esas aguas en labores de regadío de campos adyacentes y, por supuesto, la utilización de esas aguas para instalaciones domiciliarias en construcciones que haya en sus cercanías; pero la demagogia, el populismo de las simples promesas, la indiferencia y la irresponsabilidad no han permitido que se haga algo; entretanto, esas aguas benefician solamente a Chile, que sabe aprovecharlas muy bien.
Potosí, departamento minero por excelencia, ha dado muchas satisfacciones no solamente al país sino al continente y al mundo porque la plata que se explotó de sus entrañas ha beneficiado a muchos países europeos y ha forjado fortunas incalculables. El estaño, mineral que ha sustituido a la plata, ha creado fortunas y, como señalan datos históricos, Potosí fue, en los siglos XVI y XVII más importante que Nueva York por las ingentes riquezas que producía y por la población con que contaba. Pero de nada ha servido todo ello porque, desde esos siglos hasta nuestros días, Potosí no recibe ni el dos por ciento de lo que ha aportado.
Mucha población potosina, una vez en poder de dinero logrado mediante la explotación de minas, abandonó su territorio y no se encuentran casos en que hayan invertido en obras de infraestructura o construido viviendas y obras que impliquen la posible instalación de industrias. En otras palabras, todo se hizo para “sacarle todo a Potosí y no dejarle nada”, excepto promesas demagógicas y lo que siempre quedó fue la resignación de su pueblo y su constancia para seguir soportando el abandono y desidia de quienes debieron hacer mucho por la ciudad y por el mismo departamento que en sus altiplanos y valles puede producir importantes cantidades de tubérculos, quinua, cebada, frutas, hortalizas y verduras de diversa calidad, pero con apoyo y orientación a masas campesinas que estarían dispuestas al trabajo siempre que cuenten con las facilidades necesarias.
Los casos extremos de pobreza se encuentran en Potosí y no existen programas que puedan paliar esa situación. Entretanto, el aporte mínimo potosino es siquiera del 65% en concepto de regalías, sin reducir en lo más mínimo su extrema pobreza y dejadez. Gobierno central, alcaldía y gobernación podrían hacer mucho si, mancomunadamente, se propusieran encarar decisiva y decididamente el problema, combatir la pobreza y la dejadez en que se encuentra Potosí y que, en todo caso, debería ser el departamento más desarrollado del país.
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