Cuánto nos gustaría que el twitter del presidente Evo Morales haga conocer obras importantes de su Gobierno para beneficio de toda la Nación y no sea solamente una vía de reproches cotidianos al Gobierno de Chile, centrados en el juzgamiento de los nueve compatriotas que sufren prisión en Iquique, mensajes presidenciales que no aportan a una justa y pronta liberación de los compatriotas.
Desde inicio de los excesos verbales -uso no aconsejable a ningún mandatario- se ha obtenido como respuesta una cadena de actitudes trasandinas inamistosas con hechos más que con palabras, actitudes que se debe recoger como una peligrosa advertencia. Ni duda cabe que las autoridades chilenas están actuando con excesivo rigor contra los nueve compatriotas encarcelados, sin asomo de vergüenza ante la mirada de la comunidad internacional.
Esposarlos y engrillarlos de manos y pies cual si fuesen avezados delincuentes es una ignominia, siendo extremos de las prisiones medievales. Lo propio ocurre por impedir la visita de una madre -sólo por vestir pollera- para ver a su hijo apresado en Alto Hospicio. No obstante, de ahí a que el presidente del Estado exhorte al grupo Bartolinas a que haga una protesta ante la Moneda en defensa de su manera de vestir, son recursos de presión que pueden tener efectos en nuestro medio, pero que carecen de eficacia más allá de las fronteras.
Algo similar ocurre con las solicitudes de viaje de autoridades nacionales al vecino país que, en un medio excesivamente susceptible, se interpreta como actos de presión o de intromisión. La negativa de la cancillería del Mapocho toma como pretexto las reacciones verbales precipitadas de nuestros gobernantes. Es que en el extranjero estos recursos verbales se los tasa en su verdadera medida y no como entre nosotros que nada pasa, a pesar de las aseveraciones de tono subido que van y vienen. Nadie más obligado que las autoridades a sopesar cuanto dicen y hacen.
El minado de los pasos fronterizos clandestinos que usa el contrabando de Chile hacia Bolivia, es otra declaración de efectos adversos en un vecino atento a magnificar el más mínimo suceso fronterizo como lo está demostrando.
No hay, pues, equivalencia alguna entre los dichos de nuestros gobernantes y las acciones afrentosas desatadas por Chile como la exigencia de visa a las autoridades del país, acto extremo al que solo puede seguir una declaratoria de guerra. Todo este rosario no es sino una revancha por la demanda ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, interpuesta por el gobierno boliviano sobre una causa que se la considera justa, actitud ceñida al Derecho Internacional que entre civilizados no puede merecer respuestas tan fuera de lógica en Estados vecinos, inmersos en el evolucionado Siglo XXI.
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