Bolivia es mucho más que el eje troncal

El proceso de crecimiento económico en el marco de la integración y la globalización necesariamente tiene que pasar por una movilización nacional en términos de equidad para transformar nuestras potencialidades.

A mayores necesidades, mayores incentivos, sólido respaldo financiero y favorables políticas públicas en beneficio de los departamentos que no están de momento en el contexto del eje troncal y que equivocadamente se los percibe como los mayores o únicos, ignorando que los demás tienen también capacidad suficiente como para revertir no solamente su economía deprimida, sino también la crisis nacional, hasta transformarse en otros pilares del desarrollo sustentable.

Beni, Pando, Oruro, Potosí, Tarija y Chuquisaca ya no pueden seguir viviendo de su rica historia, de la filosofía de la nostalgia o de sus líricas herencias.

La visión del gobierno en los momentos actuales -cuando las áreas rurales y las provincias expresan su intranquilidad, muy justificada por cierto, después de tanto olvido por parte de los gobiernos- tiene que ser agresiva en el sentido de conquistar el territorio para diseñar modelos productivos regionales con miras al Pacto Fiscal y con toda seguridad que su capacidad de recursos humanos y naturales será una realidad tangible.

El Gobierno tiene que entender ahora más que nunca que el postulado “no hacer nada arriba que se puede hacer mejor abajo” debe ponerse en vigencia con la celeridad que el caso requiere. Pero aún más, las políticas públicas de aquí en adelante deben estar dirigidas a restituir a las regiones deprimidas los incentivos financieros a que tienen derecho, como parte de la nación para movilizar sus potencialidades en función de sus estructuras productivas peculiares, lo que es posible hacer si se tiene clara idea de lo que puede ocasionar su postergación.

Parece que muchos operadores del Estado no han analizado la sociología de los pueblos de la zona andina, los valles, los llanos orientales. Parece que no han leído o no han entendido las leyes de Participación Popular y de Autonomía y de esta manera están tergiversando el proceso autonómico. No están siendo capaces de manejar estos instrumentos de cambio, no están siendo ni los forjadores ni los artesanos del material puesto a su disposición y solo por ventajas políticas se han convertido hasta ahora en simples figuras decorativas.

Las leyes de Participación Popular y de Autonomía hacen del Poder Ejecutivo solamente la instancia normativa y son las gobernaciones y los municipios las instancias operadoras, los mecanismos que deben dirigir su mirada para planificar el desarrollo regional, dirigido a demandar recursos económicos que pudiera corresponderles en el Pacto fiscal. Ahora el nuevo modelo, que se lo percibe paralizado por parte del gobierno, ya no espera y hasta exige que los departamentos o regiones por efecto de la autoestima ingresen a la esfera de la competitividad y estén por encima de las ventajas comparativas.

El reto para las gobernaciones, los municipios y en particular los que están ligados al gobierno, es cambiar de mentalidad cipaya con otra de creatividad, imaginación y sentido de responsabilidad del alto cargo que ejercen. Necesitamos municipalismo productivo, comunidad productiva y asociativa, fusión de la tecnología importada con la tecnología del hábitat, cuidado de los recursos tierra, aire, agua bajo el común denominador del crecimiento, mejor administración de la salud y la educación que el gobierno debe priorizar en sus políticas de Estado. Ahí están las soluciones del campo y del campesino. Anhelamos cambiar la Bolivia inmersa en la mezquindad del sectarismo político.

Es por lo anteriormente señalado que el gobierno y también los opositores con nuevas propuestas tienen que trabajar desde ahora, porque mañana será demasiado tarde y ellos serán los responsables de los daños que pueda sufrir Bolivia.