El título de esta columna es del reciente libro de Gary Antonio Rodriguez, que reúne sus artículos periodísticos publicados entre diciembre del 2012 a diciembre del 2016, es decir 5 años de labor ininterrumpida.
Es que por mi propia experiencia, escribir una columna se convierte en una adicción debido a la satisfacción que uno tiene de exponer sus ideas y, al mismo tiempo, recibir comentarios de los colegas, amigos o simplemente lectores que al toparse en la calle con uno le expresan un comentario por lo general positivo.
Durante el quinquenio que cubre el libro, Gary ha trabajado sobre tres grandes temas: económicos, la mayoría de ellos, productivos dada su cercanía a este sector, particularmente los productos del sector agropecuario y de exportación y un tema por lo general ajeno a las columnas periodísticas, los temas espirituales, dada la otra vocación de Gary, el ser pastor de una iglesia, a la cual le pone auténtica fe y devoción.
En esta oportunidad, a título de ejemplo comentaré tres de sus columnas relacionadas a la economía.
La primera de septiembre de 2013 titula: ¡Pensemos en nuestros hijos!, donde comenta su asistencia al Foro Económico “Claves para una economía innovadora”, en la cual reflexiona sobre los riesgos para los países en desarrollo o de menor desarrollo, frente a la caída de los precios de las materias primas que se avecina, como resultado de innovaciones tecnológicas. ¿Cuál debería ser la respuesta de nuestros países frente a esa amenaza? La clave es el desarrollo tecnológico, acompañado de un buen marco institucional adecuado y una buena “marca país”. Todo ello pensando en el futuro de nuestros hijos.
La segunda de enero de 2014 titula: ¡Benditas exportaciones! Esta nota sin duda responde a la inquietud permanente, en su calidad de Gerente del IBCE, porque la política pública permita un mayor desarrollo de las exportaciones, particularmente las nuevas de los últimos 30 años, que provienen del desarrollo agroindustrial cruceño. Él claramente destaca: “una pequeña economía como la boliviana no podría crecer a tasas relevantes sin la ayuda del mercado externo. De hecho la Historia nacional nos enseña que, desde la colonia, con la riqueza del Cerro Rico, posteriormente otras minas de Oruro y La Paz, las exportaciones han sido el motor generador de la vida económica nacional”. Claramente anota: “¿Qué pasaría si produjéramos gas y minerales solo para la demanda interna y no para exportar? ¿Qué pasaría si no exportamos los excedentes de la quinua, soya, castaña, azúcar, café, joyas, cueros, maderas y cientos de productos más?”. Concluye: “si bien la demanda interna gravita cada vez más en el PIB, de ninguna forma es por mérito propio, sino por “nuestras benditas exportaciones”.
En tremendo contraste con la realidad anterior, Gary comenta en el artículo “Comercio de capa caída con Venezuela”, de julio de 2014. Las cifras son elocuentes: “Según el INE las exportaciones bolivianas a Venezuela crecieron de $us 50 millones el 2000 a un máximo de 340 millones en 2010, para decaer luego a su menor valor en 12 años, el pasado año con 143 millones. Hasta mayo del 2014 suman 23 millones, 65% menos que en 2013. En cuanto a las importaciones desde Venezuela, éstas habían subido desde 15 millones en 2000 hasta un tope de $us. 526 millones en 2011, para caer a 444 millones en 2012 y derrumbarse a solo 16 millones el año pasado, retrocediendo a sus niveles de inicios de siglo”.
Claramente las anteriores cifras en la actualidad no nos causan sorpresa, dada la tremenda crisis que confronta este país “amigo”, por obra y gracias de un gobierno inepto y corrupto.
Como corolario final: “mientras a EEUU vendimos $us. 1.212 millones en 2013, a Venezuela apenas 143 millones, pese a que ese país -con crisis y todo- compró $us. 53.000 millones al mundo… y 13.000 millones a EEUU”.
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