Mientras el optimismo económico en sectores del oficialismo llega a los extremos más felices, en el sector popular la crisis se ceba en forma sostenida e implacable, como revelan los datos numéricos que se registran en todos los niveles de la población.
Voceros oficialistas aseguran que la economía está “blindada”, que subsisten altos niveles de vida, que “lo mejor está por venir” y otras bellas frases. Entre tanto, los precios de los artículos esenciales de la canasta familiar suben a mayor velocidad y los salarios resultan escasos para atender los hogares de las clases pobres y empobrecidas. Se ha llegado al punto en que los precios suben por el ascensor, mientras los salarios suben por las escaleras.
Las pruebas objetivas de esa situación son varias, pero basta referirse a las principales. En efecto, aumenta en forma geométrica el número de pequeños comerciantes que invaden las calles céntricas y la ciudad ya es un gigantesco “mercado de pulgas”. En vista de que no hay trabajo y se cierran las fuentes de producción (industrias, agricultura, etc.), la gente migra a las ciudades y se dedica al pequeño comercio, la delincuencia y otras actividades ilegales.
Otra prueba concreta se encuentra en el aumento de mendigos y vendedores ambulantes en las calles y que ofrecen desde ropa de contrabando hasta limones peruanos. La fruta subió de precios en alrededor del mil por ciento. Las papas, verduras, leche y otros permiten vivir a numerosos comerciantes. Ahora se anuncia el alza del precio del pan y del transporte que, por lo demás, ya están en práctica.
Un dato por demás revelador es que la moneda ya no tiene valor. Al respecto, en el mercado han dejado de circular las monedas de 10, 20 y 50 centavos y solo se encuentra moneda de 2 bolivianos. Las monedas “chicas” ya no sirven para el intercambio y la falta de liquidez ha obligado a las autoridades bancarias a poner en circulación una importante suma de este dinero.
Entre tanto, la moneda se sigue devaluando en forma activa, aunque el Ministerio de Hacienda y el Banco Central hacen lo posible e imposible para no igualar la moneda nacional a la economía mundial y poner a Bolivia a tono con la realidad, actitud que tarde o temprano tendrá que ser tomada en cuenta, pero cada vez con mayores riesgos y dificultades.
En forma general, la economía nacional sigue su curso de manera inevitable e indisimulable, por más que las argucias del sistema de propaganda traten de tapar la luz del sol con un dedo.
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