Es increíble e incomprensible cómo la política partidista ciega las conciencias y pone trabas a un sentido de solidaridad con el país que, se sabe, atraviesa por múltiples dificultades. Y es que senadores y diputados, ante la disposición del Ejecutivo de “incrementar sueldos en un 7%” en la administración pública, disposición extensiva al sector privado, han incrementado sus ingresos hasta llegar a Bs. 21.450 mensuales.
Senadores y diputados conforme a ley deben percibir dietas y no sueldos. Las dietas implican “el pago de suma equivalente a horas o días de trabajo prestados en el Parlamento Nacional”, pero en el caso de senadores y diputados, de 30 días calendario, descontados 8 de sábados y domingos, más dos o tres dedicados a “visitar sus distritos” (que nunca cumplen) y otros días de paros y jolgorios que “decretan” entre ellos, su “trabajo efectivo” es no mayor a los ocho días de cada mes. Percibir arriba de tres mil dólares mensuales, por tan escaso tiempo de “servir”, parece lo más excesivo y desconsiderado con el país y, por supuesto, nada solidario con quienes efectivamente trabajan y cuentan con magros ingresos.
En numerosas ocasiones -y esto ocurrió en muchas gestiones del pasado parlamentario- se pidió auditorías especiales sobre las funciones que cumplen los parlamentarios y, casi siempre, se ha evitado esta labor bajo el supuesto de que “ellos trabajan, aportan con la redacción de leyes, con el estudio de los problemas nacionales” y otros pretextos que, en la realidad, están muy lejanos de ser verdad. Que el Poder Legislativo es necesario, nadie lo niega; pero lo que se exige es que senadores y diputados tengan preparación muy sólida, conciencia muy clara, cumplimiento de deberes y responsabilidades a toda prueba; pero, ¿cuál es la realidad? Cada quien, a su turno, levanta la mano para aprobar inclusive aquello en lo que no ha intervenido, ni en su contenido ni consideración. Otros, los que dicen actuar en la oposición, deciden: “resignación y constancia” por ser minoría; pero en el momento de recibir sueldos e incrementos, los aceptan muy complacidos aunque “no estuvieron de acuerdo”.
Cuál es el grado de conciencia de senadores y diputados, no solamente para no asistir a sesiones, no intervenir en las respectivas comisiones, no aportar con estudios y trabajos, no visitar efectivamente sus distritos que, además, no los han elegido por sus méritos y cualidades, porque todos ellos son efecto de la designación “a dedo”, que se la deben al partido o su jefe que sabe a quién designa, por qué y para qué. En cuanto a quienes no “están de acuerdo” con el aumento salarial, ¿no sería lógico que por lo menos lo donen para los incapacitados u organizaciones benéficas?
Es lamentable lo que ocurre con nuestros parlamentarios; pero aunque equivocadamente se dice “en democracia todo es posible, cuando se trata de intereses creados hasta lo malo es aceptado de buen grado”. Sin embargo, se podría esperar un poco de conciencia por parte de quienes deben cumplir con el país y su pueblo. Habría que esperar a que haya un mínimo sentido de solidaridad con los que sufren y padecen enfermedades y otros males. Por si acaso: la pobreza pulula en todo el territorio nacional.
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