La agenda de quienes están inmersos en la carrera armamentista no contempla el tema relativo a la paz del mundo, que se entiende por amistad, diálogo y consenso, para resolver los problemas comunes. Al parecer incita a la confrontación bélica.
Como consecuencia de esta situación se multiplicaron los despropósitos que no solo amenazaron sino lastimaron la estabilidad de la paz, que concierne a la convivencia civilizada de los pueblos. Lo hicieron permeable a todo peligro. Y como siempre.
Los partidarios de la carrera armamentista no piensan en la paz del mundo sino en sus intereses hegemónicos. No piensan en el futuro de la especie humana sino en la ostentación de sus recursos bélicos de última generación. En este marco generaron, inclusive, la incertidumbre, el pánico y el dolor. Actitud que fue calificada de demencial.
Quienes creen ser dueños del mundo, atenidos a la supremacía militar que poseen, deben reflexionar seriamente y despojarse de sus ínfulas autoritarias, a fin de aunar esfuerzos tendentes a secundar la paz, por el bien común. A fin de construir una paz que nos permita convivir sin odios, sin rencores ni revanchas, con respeto mutuo.
Por lo tanto no deben sentirse obligados ni presionados a contribuir, con hechos y no con palabras, en la búsqueda de ese histórico objetivo. En esa perspectiva debe primar la voluntad política al servicio de ese alto ideal.
Salvar el planeta es la consigna de siempre. Y así deben entenderlo también quiénes están embarcados en el carro de la carrera armamentista.
Pues existe, sobre este tema, una probada coincidencia en diferentes instancias del quehacer político, ideológico y religioso, mundial. Es decir entre quienes defienden la paz y por consiguiente condenan la guerra. En este contexto la conservación de la paz debe ser tarea constante y permanente, de todos los días, en todos los tiempos y pueblos. Debe ser una tarea indeclinable, ciertamente, de todos quienes habitan el globo, sin diferencias de ninguna índole.
Rendimos tributo de admiración y respeto a quienes hicieron posible la vigencia aún de la paz, en peligro, hoy, de ser vulnerada. Y los beneficios de ella recaigan a los cuatro puntos cardinales de la tierra.
En suma: la paz es tan necesaria como el aire y el agua para la supervivencia de la humanidad. De ello deben tomar debida nota quienes aceleran la carrera armamentista. Y se impone trabajar ahora por una paz duradera.
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