La noticia de perfil
En días pasados la fiebre canina aumentó el voltaje de la rabia general que se apodera de muchos ciudadanos ante las perspectivas políticas, de por sí inquietantes ante los preparativos de una elección de magistrados judiciales que pretenderían cambiar el horizonte irremediablemente pro-estatal, bajo el señuelo de estructurar en nuevo sistema de justicia.
Mi inquietud ante la posibilidad de ser mordido por un can vagabundo y enfermo de rabia fue transmitida a mi corresponsal en el Palacio Real de la plaza Murillo, para consultarle si la fiebre había repercutido en la sede del gobierno del Estado Plurinacional y Folklórico, comunicándome la periodista cochabambina que había indicios de la epidemia en algunos altos funcionarios que colaboran con el Presidente Vitalicio, atreviéndose la valiente reportera a diagnosticar mucha rabia en el vicepresidente, Lic. Álvaro García Linera, el ministro de Defensa, Lic. Reymi Ferreira y algunos parlamentarios que protagonizaron un incidente entre el ex magistrado Gualberto Cusi y un diputado del oficialismo, que concluyó con escupitajos.
La rabia canina también fue ejercitada en una manifestación por partida doble que se realizó frente a la embajada de Venezuela, donde partidarios y contrarios al régimen del tristemente célebre Nicolás Maduro intercambiaron aplausos y diatribas; llegaron hasta quemar muñecos de trapo que representaban a los personajes venezolanos en pugna.
Pregunté a la descendiente de las Heroínas de la Coronilla si había podido diagnosticar síntomas de rabia canina en el primer mandatario, contestándome contundentemente que no, pues está empeñado en hacer buena letra antes de las elecciones judiciales para demostrar su cordura frente a momentos decisivos para el país; después de conocer la demostración del mandamás, quise saber si mi discípula periodística había sufrido alguna vez la mordedura de un can en Quillacollo y en La Paz, respondiéndome que una vez había sufrido el ataque de un perro callejero, por lo que tuvo que visitar a un médico, quien le recetó catorce inyecciones en la barriga, prescripción que ella tuvo que cumplir, mientras su marido, don Nemesio, vigilaba que todas las inyecciones fueran colocadas debidamente.
Seguiremos viendo cómo evoluciona este mal de la rabia canina en nuestras ciudades y pueblos, pues nuestro país no está para soportar más plagas que las que actualmente nos castigan.
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