Con sus 1.76 metros de estatura y la meta de jugar “en un equipo internacional”, trazada cuando aún no tenía edad suficiente para votar o comprar una cerveza, Wuilker Faríñez Aray está rompiendo el molde de los porteros en Venezuela.
Su nombre saltó a la palestra hace un lustro cuando se trasladó a la capital española con sus atajadas y su liderazgo y probó suerte en las categorías inferiores del Real Madrid, con la esperanza de compartir vestuarios con su ídolo, Íker Casillas.
Quiso el destino que aquella vez regresara al Caracas con los sueños rotos, pero la ambición intacta.
En el Caracas, Faríñez escaló posiciones hasta convertirse en el primer portero y sus buenas actuaciones lo llevaron a la selección absoluta con apenas 18 años.
Hoy su apellido volvió a sonar con fuerza luego de ser clave con sus intervenciones para que Venezuela derrotara a Uruguay en la tanda de penaltis y obtuviera el paso a la final del mundial Sub’20 que se disputa en Corea del Sur.
A los 14 años, Faríñez ya declaraba que quería jugar fuera de Venezuela para “ayudar a progresar” a su humilde familia y sacarla de la barriada caraqueña en la que vivía.
Y aunque ya en esa época se reconocían sus felinos reflejos, el liderazgo que imponía en la zaga y su seguridad bajo los tres palos, su baja estatura para ser un portero de fútbol generaba pesadas dudas en agentes y reclutadores. Pero esas dudas no hicieron mella en su confianza y su “pasión”.
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