Silvia Edely Ríos Alí
Un reportaje publicado en un matutino local (23 de abril de 2017) revela que en los últimos cinco años el dinero que mueve cada año la fiesta del Gran Poder casi se ha duplicado. Según datos del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, si en 2012 se había gastado $us 53 millones, en 2016 se gastó $us 95,3 millones. Se trata de un gasto dispendioso. Otra investigación de Germán Molina señala que el gasto en 2016 fue de $us 101,3 millones. El festejo ostentoso y orientación al negocio hace que la fiesta del Gran Poder sea también fuente de lucro. Según el artista y antropólogo Édgar Arandia hay relaciones políticas, comerciales y sociales, como en este aspecto radica la fortaleza asociativa y económica de las elites aymaras que durante ocho meses del año organizan las actividades de la fiesta en la que participan más de 34.000 bailarines.
A bebidas alcohólicas se destina el 46% del total del gasto ($us 43,6 millones); un 49% en trajes, bandas, orquestas y artistas de renombre, ¿éstos cuánto de impuesto pagan?
Es una fiesta cada vez más ostentosa, que permite incrementar el gasto año tras año, así como la fortuna de los organizadores, que nunca como en la última década han tenido tanto dinero. Las autoridades deberían investigan la procedencia del dinero millonario de la fiesta. Lo injusto, Impuestos Nacionales no exige facturas en la fiesta millonaria y clausura a otros negocios con menos de mil Bs.
En la cultura ancestral, con fe, devoción y agradecimiento a la Pachamama, el Sol y la Luna se danzaba con vestimentas hechas con tejidos de lana de oveja, llama, vicuña. Eran de jergas rústicas las polleras, pantalones, camisas, ropa interior y hasta sombreros de paja. Y había música con instrumentos autóctonos. Pero con la llegada de los españoles las celebraciones dedicadas a la Pachamama, el Sol y la Luna han sido reemplazadas por fiestas patronales con borracheras.
La verdadera cultura ancestral hay que cultivarla, pero está siendo distorsionada con fiestas con borrachera. Por ejemplo, las fiestas con zampoñas autóctonas hay que conservarlas por ser parte de una verdadera cultura. Reemplazar las zampoñas por instrumentos importados (metálicos), usados por las bandas de música folclórica no es cultura, es negocio con borrachera. También los folcloristas bailan con vestimentas importadas, hechas con telas chilenas, inglesas, americanas y adornos chinos, ajenos a nuestra cultura ancestral.
En los uniformes de los morenos y otros conjuntos folklóricos se observa imágenes de pulpos y dragones chinos, aunque deberían ser sapos, cóndores, vizcachas y otros que pertenecen a nuestra cultura ancestral.
Los folkloristas después de asistir a misa religiosa van directamente a las mesas a tomar bebidas alcohólicas. Si se escucha la palabra de Dios, ¿por qué acabar con borrachera? Ir a misa para después embriagarse hace ver que la “devoción” que se pregona es sólo pretexto.
Lo peor son las ventas callejeras de bebidas alcohólicas y que generan masivas borracheras al aire libre, las que presencian niños, adolescentes y jóvenes. En esos lugares generalmente se producen discusiones entre esposos delante de sus hijos, peleas entre ebrios, asaltos, atracos, asesinatos, violaciones, etc. Además se obstaculiza el paso de ambulancias. No se respeta la salud acústica ni el sueño de otros, porque esos grupos folklóricos meten bulla en toda la zona durante la fiesta. ¡Es un infierno!, para enojo de muchos vecinos.
Para evitar estos males, las autoridades deberían prohibir la venta y consumo de bebidas alcohólicas en fiestas callejeras. Anuncios como “tomar con responsabilidad” ¡son hipócritas! La mayor responsabilidad de las autoridades es salvar a nuestra juventud y sociedad boliviana de las borracheras. Esta distorsión de la cultura está dañando la formación de niños, adolescentes y jóvenes, que son los que van dirigir el destino de la Patria.
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