Se puede asegurar que en gran parte del siglo pasado, la economía boliviana sufrió graves efectos por las bajísimas cotizaciones de los minerales y metales que exportaba y vivía en condiciones de miseria debido, además, a su condición de país monoproductor de esos elementos. En efecto, salvo pocos momentos, los precios de esas materias primas apenas cubrían los costos de producción y se trabajaba a pérdida en empresas mineras estatales y privadas.
Esa situación únicamente se atenuó entre los años 1971 y 1980 y el gobierno de entonces (Hugo Banzer) gozó de grandes ingresos e inclusive afirmó que Bolivia estaba pasando por una etapa de bonanza, hecho cierto solo porque tenía ingresos extraordinarios debido al alza de los precios de materias primas: estaño, wolfram, petróleo, algodón, etc.
Sin embargo, a poco andar las cotizaciones de las materias primas cayeron en picada, el país volvió a la realidad, y se retornó a una situación de crisis que inclusive hizo que la empresa estatal Comibol quiebre y despida a 20 mil obreros.
Esa crítica situación de prolongó hasta principios del presente siglo, cuando de forma providencial, las cotizaciones del petróleo, gas, estaño, soya, quinua, etc. se dispararon para arriba, lo cual, naturalmente, originó que el Estado boliviano disponga de gran cantidad de fondos, como nunca le había ocurrido en su historia y se atribuya a que el país entró en bonanza gracias a la inteligencia oficial, lo que no era cierto ni muchísimo menos.
En esa última oportunidad, los precios de los recursos de exportación subieron en porcentajes increíbles. Basta citar los casos del estaño, cuya cotización subió de 2 a 15 dólares la libra y el petróleo que subió de 20 a 150 dólares el barril. Fue por esa situación que el país entró en bonanza, en la que el gobierno boliviano no tuvo la mínima intervención.
Sin embargo, la época de las vacas gordas terminó al caer de nuevo las cotizaciones de las materias primas y, simultáneamente, el país y el Estado entraron en crisis, debido a que no se aprovechó la etapa de bonanza y ésta solo sirvió para el despilfarro.
Al presente, se registra un repunte en la cotización de productos de exportación y se espera mejores ingresos, pero quienes administran esta nueva etapa de ganancias extraordinarias se encuentran aplicando la misma absurda política de derrochar las ganancias y no prever que, más a corto que a largo plazo, vendrá una caída de las cotizaciones que, por supuesto, será de características más nefastas que en otras oportunidades.
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