Desde hace un quinquenio se introdujo el control a las exportaciones, pese a que el desarrollo y desenvolvimiento legal de esta actividad está plenamente administrada por la Aduana Nacional.
Con la medida no solo se crea obstáculos burocráticos para las exportaciones, sino que se desalienta a la producción, que es lo que fundamentalmente interesa y conviene al país.
El mercado nacional es pequeño para absorber todo el crecimiento que puede tener la producción, por tanto, lo que se registra con la extrema fiscalización es reducir el comercio y, como consecuencia natural, la producción.
Bueno sería que las autoridades respectivas informen al país sobre los beneficios que ha generado el control a las exportaciones, pues solamente de esta manera se tendría la aceptación pública a este procedimiento.
De lo contrario, si no se expone públicamente los beneficios que se obtiene con tal control, la conclusión lógica es que se trata nada más que una forma de desincentivar la actividad productiva y, como efecto de ello, las exportaciones.
Cuando se tiene en los países el empeño de conseguir un creciente desarrollo económico, lo racional es precisamente eliminar todo obstáculo o por lo menos trámites burocráticos en relación con la actividad producción-exportación.
El resultado es disponer de mayores ingresos en moneda dura para realizar nuevos emprendimientos en la producción, pues con ello no solo se beneficia el sector productivo sino el propio Estado, porque cuanto más ingresos tenga en dólares o euros, estará en mejores condiciones de atender las necesidades internas.
Al disponerse de moneda extranjera se está en aptitud de aumentar la importación de bienes y servicios que no posee aún el país. Cuando estos requisitos son satisfechos internamente, se tiene dos efectos: atender los requerimientos públicos con productos de los que no se dispone internamente y estimular nuevos emprendimientos.
En este proceso los beneficios son varios: Se cubre los requerimientos internos con productos que el país todavía no los procesa, en unos casos puede ser para atender necesidades particulares, pero en otros para permitir el crecimiento industrial; en otros, para dejar de importarlos y tornarlos más baratos cuando provienen de la producción interna.
Y si se trata de acrecentar los ingresos fiscales, se los obtiene en mayor magnitud con los impuestos cuando crecen la producción y las exportaciones, las que además en lo social ofrecen más puestos de trabajo, que es la mayor demanda que tiene el país.
Es realmente preocupante que el desempleo en las mujeres jóvenes sea sistemáticamente mayor que el de los varones. Empero, lo más inquietante es que en ambos sexos hay carencia de fuentes de trabajo, o sea que es gente condenada a la pobreza.
Este es, en última instancia, el efecto social de poner controles a las exportaciones, desalienta o impide la apertura de nuevas fuentes de trabajo.
A los burócratas parece que es lo que les agrada o por su miopía es lo que generan, al ejercer el injustificado control a las exportaciones e implícitamente en lo económico y en el desarrollo productivo del país.
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