Las atrocidades de la dictadura trujillista, perpetradas en República Dominicana, en la década del 30, para adelante, del siglo pasado, fueron denunciadas, ante el mundo, por el escritor y político Juan Bosch, quien, posteriormente, gobernó dicho país.
La denuncia está inserta en su “Trujillo: causas de una tiranía sin ejemplo”, cuya segunda edición fue impresa en 1961, en Caracas-Venezuela, con 15 capítulos, además de conclusiones y otros textos, que abarcan 199 páginas.
“Ni siquiera se conoce en la historia dominicana el caso de un caudillo demagogo que le haya hablado al pueblo de su derecho a una vida mejor. Todavía hoy la mayoría del campesinado de Santo Domingo nace, vive y muere sin usar zapatos, a pesar de que en su empeño de ampliar la producción de su fábrica, Trujillo castiga con prisión a los que transitan descalzos por las calles de pueblos y ciudades”, anota Bosch. Véase la página 162 de su libro ya mencionado.
“La historia no se repite jamás, ni en política ni en nada”, vociferaba, el eximio vate paceño Franz Tamayo. Pero ocurre lo contrario. La historia se repite, de una u otra manera, con uno u otro matiz.
La prueba: una dictadura, arropada de supuesta democracia, pretende, hoy, perpetuarse en el Poder, pese al descontento, al rechazo y la condena, nacional e internacional, que tiende a crecer, como bola de nieve, en Venezuela, la patria del libertador Bolívar. Resabio de un pasado funesto, de la displicencia, de la prepotencia y la arbitrariedad. Pues busca retomar el cauce del autoritarismo en una región que ha superado la práctica política cavernícola.
Por lo visto el pueblo dominicano caminaba descalzo y el venezolano con hambre. Y la dictadura, como siempre, permanecía aferrada al Poder, recurriendo a triquiñuelas de toda índole. He ahí los rasgos de aquella que se creía y se cree omnipotente en el quehacer político.
Dictadura que ha transgredido todo principio de convivencia civilizada. Que ha quebrantado, por sus intereses mezquinos, el espíritu de la norma. Que ha manipulado ciertas reglas del juego democrático solo para imponer sus designios.
Dictadura que ha disuelto las protestas sociales con agentes químicos, con balines de goma, con garrotes y la metralla asesina, algunas veces. Actitudes que fueron repudiadas, por la ciudadanía, en las calles, con trágicos saldos de heridos y muertos.
En suma: las dictaduras siempre ignoraron a quienes se sentían postergados en sus justas reivindicaciones sociales.
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